La sola mención del presidente empodera, como se dice ahora, y por lo tanto es una oportunidad que el falseador no puede dejar pasar.,Name dropper. La expresión en inglés alude a quienes sueltan nombres impactantes en la conversación, dando a entender que conocen a esas personas, sea cierto o no. No tenemos una versión en castellano. Quizás sería algo así como alguien que quiere acollerarse. Pero todos podemos reconocer la práctica cuando escuchamos esta manera de mandarse la parte. Tres tipos básicos de name dropper han sido detectados. El que busca mejorar su status social. El que busca obtener resultados concretos de la mención. El que quiere poner a prueba los contactos de su interlocutor. Podemos sumar al que lo hace gratuitamente, de puro mitómano, como una suerte de tic, quizás por el placer de colocarse un nombre importante en la boca. Estamos, pues, ante un espectro amplio, que cubre desde la inocente vanidad hasta el deliberado engaño, con mucho terreno entre los dos. Es clásica la maniobra en la cual alguien que conoce muy por encima a la persona nombrada, en la conversación se refiere a ella como a un amigo muy cercano, en lo que podríamos llamar la impostación de una amistad. No hay manera de establecer cuál es el uso más frecuente de la práctica, pero en los últimos tiempos estamos oyendo caer nombres que evidentemente buscan un resultado específico: transmitir la idea de que se tiene acceso y nexos firmes con el poder. Lo que en la jerga de los contactos útiles se ha designado siempre como tener llegada. Evidentemente el nombre que más se deja caer en los círculos políticos o administrativos es el del Presidente de la República. Fingir una patería con él funciona como una demostración de que quien puede lo más puede lo menos. La sola mención del presidente empodera, como se dice ahora, y por lo tanto es una oportunidad que el falseador no puede dejar pasar. Lanzarse a ofrecer una cita en Palacio parece una cosa complicada. Pero los motivos por los cuales al final la cita no puede concretarse son muchos, y por tanto poco el riesgo de que la mentira quede al descubierto. Pero por lo menos el engañado ha vivido por unos momentos la dulce esperanza de un contacto presidencial en vivo y en directo.