No es la primera vez que se detecta corrupción en el sistema judicial. Más bien el silencio sísmico en este tema ya parecía demasiado largo para ser verdad.,El caso Odebrecht promovió la idea de que el sistema judicial peruano se había salvado. Aunque por su magnitud el desafío llegado del Brasil nos sigue quedando grande, hay varios magistrados que dan la impresión de no casarse con nadie, y probablemente es así. La acumulación de prestigio de lo judicial ha sido evidente en estos dos años. Ahora ese castillo de esperanzados naipes se desmorona, con la reaparición del funcionario judicial de alto nivel abocado a la mordida. Sin duda este es un momento de indignación y de decaimiento. Con mínimas excepciones, los políticos han reaccionado con agilidad, declarando a la situación inaceptable, y pidiendo soluciones inmediatas. No es la primera vez que se detecta corrupción en el sistema judicial. Más bien el silencio sísmico en este tema ya parecía demasiado largo para ser verdad. Ser capturado con las manos en la masa es un gaje de la corrupción en el cargo, de capitán a paje. El país lo viene soportando, como lacra o como hábito, desde hace varios siglos. Las opciones cuando el problema muestra su feo rostro (se ha hablado de una Gorgona) son básicamente dos, que no se contradicen: aplicar la norma para el caso específico, aprovechar para poner en marcha una reforma. Martín Vizcarra le ha pedido lo primero al Congreso. Pablo Sánchez ha sugerido considerar lo segundo. Luego hay algunas propuestas más imaginativas, pero en realidad todas caen dentro de la segunda opción, y tienen que ver con cuán radicalmente se puede, o se desea, reformar. En realidad altos funcionarios judiciales pescados in fraganti significa una ventana de oportunidad que debe ser aprovechada en el momento de su aparición. Así lo más conveniente, lo indispensable, es que el Congreso asuma la gravedad de lo descubierto, y atienda de una vez el pedido de Vizcarra, antes de que las cosas se compliquen con el fin del mundial, las Fiestas Patrias y la elección en el Congreso. Sin esa medida no tiene mucho sentido pensar en reformas de cualquier tipo. De más está decir que nuevas investigaciones van a producir nuevos destapes. Lo cual exigirá un redoblado apoyo político a los investigadores, y cruzar los dedos frente a la evidente paradoja de un sistema judicial obligado por las circunstancias a limpiarse a sí mismo.