"Nos ofrecen la 'pacificación', la 'reconciliación' que quiere ser presentada como ese locus amenus fujimorista donde todo es verdad, belleza y bien".,Todo indica que, para bien, la “cosa política” –ese mundillo que parece fagocitarse a sí mismo en estos días– va para peor. Como sabemos que lo que se pone pésimo solo puede mejorar, hagamos un recuento esquemático de lo que debe producir alerta y, a la larga, esperanza. Primero, el ataque a los medios de comunicación, en especial a este diario y a su plataforma digital, así como a Canal N y al Programa Cuarto Poder de América Televisión se va a agudizar. Ya no solo son las represalias económicas del Estado lo que se busca, sino también movilizar al empresariado fujimorista para que deje de anunciar en estos medios. Seguir el twitter de algunos de los conspicuos agitadores de la histérica tesis “estos medios son antimercado” puede dar una idea de la presión que se está enfrentando. Lo cierto es que en ninguno de estos medios hay una línea editorial antimercado. Lo que hay es una línea editorial anticorrupción que, semana a semana, calatea al fujimorismo y al aprismo. Que también lo haga con todo otro corrupto es irrelevante para estos intereses. Los reportajes de Daniel Yovera, Carlos Hidalgo o Anuska Buenaluque son unos misiles insoportables para quien defiende, por ejemplo, los afortunados negocios de Odebrecht con los hijos del secretario general de Alan García. Unos chicos suertudos, la verdad. Odebrecht compraba los camiones que ellos le alquilaban a Odebrecht. El genial negoció facturó 17 millones de dólares solo si contamos algunas obras públicas seleccionadas. Podríamos seguir con los compañeros de clases de Yesenia Ponce, el jefe de Seguridad del Congreso y otras perlas para la historia del periodismo nacional. ¿Se entiende la idea, verdad? ¡Esta prensa es una plaga! ¿Qué se hace con las plagas? Se exterminan. Para ser elegantes no nombro los misiles de esta casa, que los hay y por montones. Solo sé que aquí se va a resistir. Espero que Clara Elvira Ospina, que es una periodista profesional, se mantenga firme en el timón y que sus timoratos empleadores la sostengan en América. Lo que viene es duro porque Keiko Fujimori también controla a algunos dueños y a harta prensa, además del ejército de trolls que escupe el parlamento. Segundo, la imposición de una “nueva historia” del Perú donde desaparece desde la corrupción hasta las violaciones de derechos humanos. Nos ofrecen la “pacificación”, la “reconciliación” que quiere ser presentada como ese locus amenus fujimorista donde todo es verdad, belleza y bien. A los intentos vanos de desprestigio del LUM, a controlar los contenidos de la producción de cine peruano, a adulterar la historia en textos escolares, se suma esta semana un disparatado “parque temático” para honrar a unos héroes que no sabemos bien cuáles son. ¿Acaso los jefes de las Fuerzas Armadas de los años de Alberto Fujimori? ¿El General victorioso Hermoza, por ejemplo? ¿Villanueva Ruesta? ¿Ibarcena? ¿Vamos a honrar el acta de sumisión a Montesinos? ¿A los que se enriquecieron a costa de su patria y de sus compañeros de armas? En este entuerto andan dos funcionarios que curiosamente dejan pronto sus funciones: el presidente del Congreso y el alcalde de Lima. Pero ¡ay del que se oponga! A esa plaga de caviares se les coloca la etiqueta de “senderista” y quedan exterminados. Terruqueo para todos. Tercero, el control del proceso electoral. Controlar autoridades y controlar las reglas del juego es la consigna. El jefe de la ONPE, a estas alturas ya no da ninguna garantía de imparcialidad, pero ahí sigue. Las amenazas a las candidaturas de Mendoza y Guzmán también siguen ahí a la espera de la ejecución final para eliminar toda competencia a Keiko Fujimori. Cuarto, la adopción de una posición mercantilista en lo económico (impedir la supervisión de la SBS de las cooperativas es un ejemplo claro, aunque se frustro por escandaloso) y absurdamente conservadora en lo social será la marca del fujimorismo y sus aliados de ocasión. De lo que se trata es de impedir toda forma de garantía de derechos de las minorías y de apadrinar fanáticos religiosos y sus movimientos manipuladores como “con mis hijos no te metas”. Alguna señal de vida está dando el presidente Martín Vizcarra. Se tiene que desmarcar de esta agenda que no es suya, que jamás fue parte de la oferta electoral con la que fue elegido y que puede embarrarlo a profundidad. Ha hecho bien en resistir el embate mercantilista (caso cooperativas) y denunciar ante el TC, al Congreso, por pasar una ley que viola la libertad de información. Hace bien en recomponer las relaciones con su bancada – aunque está nunca se va a llevar bien con Villanueva, el promotor de la vacancia de Kuczynski- pero todavía es muy tibio para enfrentar una aplanadora como la que ha organizado Keiko Fujimori. Vizcarra puede liderar acciones contra la arremetida fujimorista y obtener apoyo popular. Conoce bien al adversario porque ya lo fumigaron una vez. Pero no podrá hacerlo con Cesar Villanueva que cree que su permanencia en el poder (y la del presidente) depende de su alianza con el fujimorismo sin importar agendas. Esa ruta, ya la caminó Kuczynski. Que vea Vizcarra cuál es el resultado y si este le conviene al país. ¿No es acaso “el Perú primero”?