Tranquilo, Ele Eme, que no mencionaré tu nombre. No por miedo, no por venganza, ni tampoco por misericordia. No lo mencionaré porque tu nombre no merece ser pronunciado. ,Varias cosas inesperadas han sucedido tras las dos denuncias previas, que me empujan a escribir esta tercera: Primero: mujeres fuertes, de carácter, independientes, autónomas, que se solidarizaron pública y privadamente conmigo, me confesaron que ellas también habían sido víctimas de un depredador machista misógino abusivo y despreciable alguna vez. Se me cayó el prejuicio de creer que esto ocurre solo a quienes son débiles de carácter, o tienen problemas de autoestima o de dependencia económica. Ahora veo que sucede a mujeres que amamos demasiado y que amamos bien, pero no porque amar así esté mal o deba evitarse, sino por la mala fortuna de habernos topado con un depredador. Segundo: mujeres maltratadas por Ele Eme en el pasado leyeron, heladas, mis denuncias y han querido hablar. Las cosas perversas que he escuchado, las cosas nauseabundamente mierdas que les hizo me ha confirmado que lo que hizo conmigo no es aislado, es un patrón de comportamiento. Espero que con lo que yo estoy haciendo ellas puedan sentir fuerza para liberarse del hedor que él les dejó. Y no solo por ellas sino por quienes pueden seguir siendo víctimas inadvertidas de este infrahumano depredador. Porque abusadores de mujeres como Ele Eme se nutren del miedo, los alimenta, los empodera. Por eso hay que romper con el temor. Desenmascarar al villano. Dejarlo desnudo en su miseria. Si somos suficientes quienes denunciamos, ellos no podrán contra nosotras, ya no pueden, ya hay una forjada hermandad que ellos detestan, que él, Ele Eme, particularmente, aborrece. Me dijo que las feministas estaban tornando todo “viril” escarceo en un agravio. Que eso era peligroso, que eso era desproporcionado, decía él. Que muchos de sus amigos que ahora públicamente apoyaban el feminismo eran unos hipócritas porque “si supieras cómo habla x de las mujeres entre nosotros. Y las cosas que hablamos entre hombres. Todos esos que dan like son unos hipócritas”, decía de sus patas. Lo que me lleva a la tercera toma de consciencia. Tercero: Es 2018 y recién despierto al océano de padecimientos del llamado Patriarcado. Una palabra que antes miraba de reojo y que hoy reivindico por exacta ¡Mierda que es enorme! ¡Mierda que es un cambio de paradigma social el que se está ejecutando con la lucha feminista y que es evidente que duele a todos. De un lado a ellos, los acostumbrados al privilegio y al abuso normalizado al punto de ya ser ciegos a estos. Y de otro lado, duele a las mujeres que padecieron sus abusos y fueron calladas con la muerte. O a las que aún están calladas por miedo. O a las que decidimos no callar pese a la vergüenza y la humillación, porque más vergonzoso y humillante es quedarse siendo víctima de un despreciable macho castigador. Yo prefiero comerme la humillación pública de dejar saber que he sido herida, que fui vulnerada, que mis defensas fallaron por amar bien a alguien para quien ser noble o desinteresado es ser “ingenuo” o en sus términos, ser blanco fácil de su depredación. Este es un cambio epocal que se ha ido construyendo por mujeres que se pararon sobre los hombros de otras mujeres y esas en otras, y así, durante décadas, hasta llegar aquí y ahora. Y es justo que suceda, y es un proceso que tiene para largo y que seguirá haciendo brotar mucho sufrimiento. Porque el cambio debe venir no solo de nosotras que tenemos que atrevernos a denunciar y a leer señales, y a deseducar a todos estos malsanamente educados en el abuso y la depredación. Porque ellos deben comenzar a entenderlo, a conversarlo, a digerirlo, a introducirlo en sus prácticas internas, en las más íntimas, en las de sus cofradías. Tranquilo, Ele Eme, que no mencionaré tu nombre. No por miedo, no por venganza, ni tampoco por misericordia. No lo mencionaré porque tu nombre no merece ser pronunciado. Porque eres un depredador NN como tantos en este país de violadores, de abusadores, de feminicidas; algunos como tú, agazapados en el intelecto pero tan enfermos como cualquier ignorante machista depredador. Y ahora que estás acorralado, no por mí, no por mis denuncias, sino por tus propias acciones, de ahora y del pasado, deberías darte cuenta -con esa inteligencia que podría asistirte en tu bien- que la vida te está dando una irrepetible oportunidad de dejar de correr de ti mismo, de dejar de dañar a otras más, al tiempo que te dañas más a ti. Yo no quiero destruirte, Ele Eme, tú ya estás destruido, tú eres tu propia destrucción. Pero no es momento de sentir pena por ti, porque es más urgente procurar que no sigas siendo una amenaza para más mujeres nobles de corazón. Tú, embustero anticapitalista, que viajas ligero aprovechando los recursos de los demás, instrumentalizando a la mujer para tu goce individual, para de huir y mírate en el espejo. Asume tu cobardía y deje de correr de ti. Empieza a ser hombre. Humanízate.