¿Es posible ir a algo así como un relanzamiento del gran auge moralizador de pasados meses?, Algunos piensan que el paso del tiempo, la competencia de noticias más impactantes, y algunas formas de entendimiento político, pueden terminar borrando del mapa a los casos Odebrecht y similares. Podría ser. Es notorio que desde por lo menos marzo hay una sequía de nuevas denuncias, y las antiguas están en proceso, siguen su curso, como se quiera decir. La promesa del gran destape brasileño fue más o menos que buena parte de los políticos más descollantes terminaría en prisión. Aunque hay quienes no pierden esas esperanzas, el ritmo de la cosa se ha lentificado considerablemente. El sistema judicial sigue trabajando, pero hay la sensación de que sin más delaciones será difícil alcanzar condenas significativas. Siempre su supo que la parte electoral del escándalo era la más floja. Recibir fondos para una campaña no es un delito tipificado, y el camino para conectarlo con un delito es complicado. Este ha sido el aspecto más publicitado de los escándalos, y en el que los funcionarios de Odebrecht estuvieron más dispuestos a contar cosas. El otro aspecto es el de las coimas vinculadas a la autorización de obras, donde los delitos son evidentes, pero la información brasileña relativamente escasa. Después de un momento se hizo evidente que aquí no aparecerían grandes nombres, más allá del de un ex presidente prófugo en trance de extradición de los EEUU. ¿Es posible ir a algo así como un relanzamiento del gran auge moralizador de pasados meses? Como entonces, esto dependería de la acuciosidad de fiscales y periodistas investigativos, de la buena disposición de los funcionarios brasileños. Es notorio que la mayor atención del público ahora está puesta en otras partes. Lo que sí está sobreviviendo es una disposición política a acusar, es decir a repetir las acusaciones conocidas, para que por lo menos ellas vayan calando en la opinión pública. Pero sin avances judiciales efectivos todo esto es una fuga hacia adelante, y empieza a tomar el sabor del consabido refrito periodístico. Sin duda hay fiscales muy interesados en obtener nuevas informaciones para sus pesquisas. Pero da la impresión de que Odebrecht ya se cansó de soltar datos que en el fondo no han aliviado su propia situación. Así, la moralización parece subsistir en respiración artificial.