Compras inauditas, gastos excesivos, cuentas que no calzan, viajes que no se justifican, asesores que no dan la talla, comisiones improductivas o innecesarias, proyectos atados a intereses privados.,Compras inauditas, gastos excesivos, cuentas que no calzan, viajes que no se justifican, asesores que no dan la talla, comisiones improductivas o innecesarias, proyectos atados a intereses privados. La lista es más larga, y da la impresión de que los fondos chorrean por todas partes sin control alguno. Si se va sumando todo, no es poca cosa. La curiosidad frente a los gastos de este Congreso tenía que venir tarde o temprano. En algún momento los fiscalizadores iban a ser fiscalizados en el tema del dinero, y en otros, ya que no son una república independiente. Pero a la directiva del fujimorismo la hora de sacar cuentas le viene dando verdadera pataleta, y cero ganas de rectificar. Lo cual no puede producir sino una sonrisa. Los fondos que manejan los congresistas siempre son sospechosos, sobre todo porque se los atribuyen ellos mismos. Fijar su propio sueldo es un sueño del hombre común y corriente, y por tanto debe ser manejado con pinzas. Los gastos adicionales, lo que suele llamarse muertos y heridos, son todavía más delicados, y si son decisiones arbitrarias la cosa se complica. La profusión de inconductas económicas personales, desde lo venial hasta lo delictivo, entre parlamentarios de diversas bancadas ciertamente influye en la visión que tiene el público sobre el manejo general del Congreso. Inconductas que además rara vez reciben la sanción que correspondería, lo cual envuelve al hemiciclo entero en una atmósfera de compadrería e impunidad. La directiva y sus voceros ven la curiosidad de los medios como parte de una campaña para derrocar el Congreso. No parece haber nadie serio con deseo o posibilidad de hacer eso, pero los quejosos saben de qué están hablando. El gasto del Congreso como un factor de la crisis económica fue uno de los argumentos de Alberto Fujimori para el golpe de 1992. En el argumento del derrocamiento viene implícito la idea de que nada sino eso podría frenar en seco el festival de gastos parlamentarios. Sin embargo la opinión pública puede tener efectos sobre un Congreso dispendioso, y ese quizás sea uno de los orígenes de la actual escalada contra los medios y los periodistas más eficaces en sus críticas.