El anuncio de un nuevo cardenal, y que este sea Monseñor Pedro Barreto, es una estupenda noticia para el país. No sólo por la personalidad y trayectoria del obispo de Huancayo. También porque así se interrumpe una suerte de monopolio de facto en la jerarquía de la Iglesia Católica, y pueden empezar a soplar vientos más frescos. Además de los méritos están las afinidades. Barreto es jesuita, como el papa Francisco, y muchos de sus puntos de vista ciertamente divergen de los del cardenal Juan Luis Cipriani, convertido en activista de una de las extremas derechas. Barreto es el tipo de contrapeso que se estaba esperando. Pero sería un error ver este nombramiento como una medida papal “anti-Cipriani”. Primero porque no sabemos si ese es el ánimo de Barreto. Segundo porque Roma no suele actuar de forma tan directa y evidente. Cipriani ha manejado la noticia del nuevo nombramiento con elegancia, como que la esperaba desde hace tiempo, aunque en la figura de Monseñor Miguel Cabrejos Cipriani ha venido sufriendo reveses desde que llegó Francisco. El más notorio en su juicio contra la PUCP. Pero también está el manejo que hizo el Vaticano de la visita papal de comienzos de este año. El haber cultivado enemigos en muchos lugares magnifica los problemas de este purpurado dedicado sin tapujos al activismo político. El Perú no ha tenido una Iglesia Católica sin conflicto interno desde que el cardenal Juan Landázuri dejó el cargo en 1990. En estos tiempos la poca química entre la mayoría de la Comisión episcopal peruana y Cipriani es una señal clara de la conflictividad en el mundo católico, no sólo el peruano. Habrá un inevitable desequilibrio entre los dos cardenales. La Compañía de Jesús mantiene con serenidad tareas de siglos en una relación pareja con la sociedad. Mientras que el Opus Dei, por el que ficha Cipriani, se dedica al proselitismo 24/7, a menudo con irreflexiva agresividad. ¿Como reaccionarán ante la voz de otro cardenal? Es obvio que la designación hecha por Francisco tiene un sentido, como todas. En este caso es darle más oxígeno progresista a su iglesia, y ayudar al trabajo de todos los obispos peruanos que siguen ese camino.