También da miedo, nervios, sentir que estamos construyendo algo singular, propio, que nunca ha existido, pero lo prefiero.,Hace once años, a punto de ser madre por primera vez, escribí un libro en el que a grandes rasgos expuse mis dos principales miedos: uno era convertirme en mi madre y el otro era que mi hija un día se convirtiera en una hija como yo. Ni mi madre es una mala madre ni yo soy una mala hija, pero la sola idea de reproducir ese marco teórico, digamos –la dinámica de nuestras entrañables tensiones, la grieta de nuestra intimidad, ese apego feroz, como dice la escritora Vivian Gornick–, que yo en ese instante veía como inminente, me ponían muy nerviosa. Bueno, a estas alturas de la vida estoy lista para declarar que estaba completamente equivocada. Me equivoqué porque no había nada que temer. Por un lado, esto era, de eso se trataba, de comprender nuestras experiencias como inseparables, que una no es sin la otra, y darme cuenta de que haber parido yo también a una hija me sitúa en un continum vital femenino que me lleva a mi abuela, y más atrás, y me remonta a todas las mujeres cercanas y a sus historias que me recorren y me empujan hacia o me retraen de cierto destino sin que pueda controlarlo. Puedo, en la equidistancia de los 40s, darme cuenta de que analizar casi cualquier lazo familiar intenso y sostenido –y más el a veces agobiante amor de madre e hija– equivale a hacer un registro retrospectivo de daños y a la vez de cuidados y reparaciones. Así que por otro lado me inclino a creer que el saldo sin duda positivo y fructífero de esa conocida y revisitada relación con mi madre se traduce hoy con claridad en la experiencia de vivir a mi hija y de que ella me viva a mí de otra manera, sin repetirnos. Mi hija por fortuna no se ha convertido en la hija que fui, sino que nada con sus propios brazos hacia su propia orilla. Sé que a veces será un punto lejano del que no despegaré mis ojos y tendré que vivir con ello. Esa paradoja de la maternidad me la enseñó mi mamá. También da miedo, nervios, sentir que estamos construyendo algo singular, propio, que nunca ha existido, pero lo prefiero.