Mi padre murió por una septicemia debido a que su organismo dejó de funcionar a causa de una cirrosis. No hubo un hígado para él, pasó seis meses hospitalizado consumiéndose sin que nos dieran una alternativa.,Una niña de apenas 6 años salvó cuatro vidas, ella es una heroína. Hace unos días las imágenes del traslado de un corazón desde Piura a Lima para un trasplante de corazón conmovió a todos, era otro pequeño quien esperaba en un quirófano recibirlo para que lata dentro de él; el suyo ya casi no funcionaba. En lo personal, esas imágenes me hicieron pensar que si fuéramos más solidarios y tuviéramos menos miedo y prejuicios, tal vez mi padre hubiera tenido una oportunidad de vida. Tal vez estaría aquí conmigo y mi familia. Mi padre murió por una septicemia debido a que su organismo dejó de funcionar a causa de una cirrosis. No hubo un hígado para él, pasó seis meses hospitalizado consumiéndose sin que nos dieran una alternativa. Recurrimos a una intervención costosa, un bypass al hígado que le permitió vivir algunos años con calidad pero que no detuvo el avance de su enfermedad. Dentro de lo trágico que era padecer un mal crónico y mortal, fue afortunado. Hay miles que esperan la muerte con dolor, sin soporte ni atención especializada. Lo que hemos visto por estos días es otra historia, una historia de amor y desprendimiento, de solidaridad infinita. Además del corazón, los padres de la pequeña donaron su hígado y sus dos riñones que fueron recibidos por otros tres niños que ahora esperan superar la recuperación. Pero hay muchos más esperando. Las últimas cifras oficiales hablan de una lista de 6.000 pacientes que necesitan un órgano sano que les permita seguir viviendo. En nuestro país, según EsSalud, hay solo dos donantes por cada millón de habitantes y, aunque uno manifieste en el DNI su deseo de donar, es la familia la que tiene la última palabra porque la Ley de Donación de Órganos espera, hace mucho, ser reglamentada. Dejemos los miedos, el prejuicio, las creencias y la indiferencia. Aliviemos el dolor que miles de personas sufren al ver cómo se les apaga la vida. Y con ellos, el sufrimiento de sus familias que, como yo, ven a sus seres amados consumirse lenta y dolorosamente. Seamos compasivos y regalemos vida. Qué puede ser más solidario y humano que eso.