El dilema es sencillo: o los espacios públicos se protegen con ferocidad o estos desaparecerán en pocos años.,La semana pasada una noticia circuló con timidez entre las redes y algunos medios: el municipio de Comas acordó definitivamente no concesionar 7.667 metros cuadrados de uno de los pocos parques que tiene ese distrito. La decisión de entregar esta área a la empresa Supermercados Peruanos por 40 años ya estaba tomada, pero la acción tenaz de los mismos vecinos de la zona logró detener y retrotraer todo. En agosto del año pasado se consiguió algo similar en la Costa Verde. El proyecto que buscaba hacerse de parte de la playa y el mar frente a Los Yuyos, en el distrito de Barranco, para construir locales privados, se anuló definitivamente. La concesión de ese espacio público también estaba consumada, pero gracias a la fuerza de las familias de distintas partes de Lima que entendieron lo que significaba perder área de arena y mar, esa playa hoy sigue recibiendo con generosidad a sus visitantes. En simultáneo, los vecinos de Lince se organizaron para hacer frente a la ordenanza que prohíbe realizar actividades recreativas (como jugar con una pelota y bailar) en el Parque Mariscal Castilla. También se unieron para evitar la construcción de un estacionamiento subterráneo bajo el parque Elías Aguirre, ubicado en una zona esencialmente residencial. En un contexto en el que no existen políticas urbanas ni criterios estables para la gestión de los espacios público, donde además los alcaldes han demostrado no tener capacidad para hacer frente a las presiones de intereses privados, la capacidad de reacción y organización de la gente es urgente y necesaria. En esta disputa por una mejor ciudad resulta fundamental entender que si cedemos un centímetro, los intereses por rentabilizar cada metro de suelo vendrán por otro centímetro más. El dilema es sencillo: o los espacios públicos se protegen con ferocidad o estos desaparecerán en pocos años.