La perturbadora historia de la banda caníbal que mató a más de 100 personas inocentes
A comienzos del siglo XX la Patagonia era una región salvaje y violenta donde una banda de caníbales mapuches descuartizaba y cometía canibalismo contra mercachifles turcos.
La Patagonia, que conformaban territorios del extremo sur de Argentina y de Chile en el siglo XX, fue escenario de una ola de crímenes conocida como “la matanza de los turcos”, ya que sus principales víctimas eran de origen árabe que cayeron en las garras de una banda de caníbales.
“La matanza de los turcos” ocurrió entre los años 1904 y 1909. Al menos 130 migrantes inocentes fueron asesinados por esta banda criminal, según los registros consignados en el Archivo Histórico de la Provincia de Río Negro.
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Por aquellos años, los hombres de origen sirio-libanés llegaban por cantidades a Chile y Argentina buscando establecerse en actividades de comercio. A estos vendedores se les llamaba “turcos” o “mercachifles”, pues tenían la costumbre de sonar sus silbatos cada vez que llegaban por los barrios.
“Eran libaneses apenas llegados al país, que salían desde Neuquén y General Roca, en grupos de dos o tres, acompañados por algunos peones y baquianos, con caballos o mulas cargados de ropa, telas y otros artículos”, sostuvo el historiador Elías Chucair.
Un “mercachifle” con su carretilla cargada de mercancía. Solían ser “turcos” sirio-libaneses, que al ingresar a la Patagonia terminaban siendo asesinados. Foto: Infobae
El primer caso de “mercachifles” desaparecidos
El comerciante Salomón El Dahuk denunció que uno de sus “mercachifles”, de nombre José Elías, y el peón que lo acompañaba, llamado Kesen Ezen, se habían internado en la Patagonia hace meses y no se había vuelto a saber de ellos.
Lo último que se supo de José Elías fue que partió a General Roca en agosto de 1908, con mercancía de Dahuk, bajo el pacto de que volvería antes de noviembre. Sin embargo, semanas después sus mulas y el caballo fueron hallados deambulando por la meseta.
Para ese entonces los rumores de que en la Patagonia mataban “turcos” crecía con más fuerza, pues desde 1905 los “mercachifles” que se internaban en la meseta ofreciendo sus productos ya no regresaban.
El propio Salomón, propietario de una compañía llamada El Dahuk Hnos, tenía el registro de 55 vendedores ambulantes, todos de origen árabe, que no habían regresado a pagar sus deudas de mercancías, reporta Infobae.
Tras el creciente número de desapariciones, el gobernador de Río negro, Carlos Gallardo, designó al jefe de la Policía, José Torino, a que se trasladara hasta el lugar e investigara lo sucedido. Él junto a 10 de sus efectivos salieron en busca de testimonios de los vecinos.
El comisario José Torino y alguno de sus policías. Foto: Infobae
En las primeras jornadas, un “No sé nada, tan solo los vi pasar”, fue la respuesta habitual de los vecinos. Tras varios días de rigurosas investigaciones, el comisario fue a dar con un grupo de indígenas, aparentemente mapuches, que habían cometido varios crímenes en la zona.
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Una banda de caníbales liderados por una bruja
La Policía consiguió la confesión del adolescente identificado como Juan Aburto. Él les contó que dentro de una choza cercana habían asesinado a varios extranjeros en días anteriores.
Tras llegar al lugar señalado, las autoridades encontraron una articulada banda liderada por Antonio Cuece, alias Macagua, un hombre que vestía de mujer y que era una especie de bruja que los chilenos llamaban “machi”. Junto a él fueron intervenidos al menos otros 50 delincuentes.
Sus principales víctimas eran los “mercachifles” que llegaban a la región, a quienes invitaban a departir asado de cordero, vino y otras atenciones, pero en cuando se descuidaban los mataban, les robaban el dinero, la ropa y la mercancía que transportaban.
Bajo las órdenes de la bruja “Macagua”, les extraían el corazón, el pene y los testículos. Con estas partes hacían amuletos para la prosperidad en sus negocios ilícitos, pero también los consumían en rituales canibalistas con la creencia de que los dotaría de virilidad.
Izquierda: compañeros del comisario Torino. Derecha: algunos de los detenidos menores de edad. Foto: Infobae
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Los órganos extraídos de los turcos asesinados, eran cocinados, asados y hasta repartidos entre todos los integrantes de la banda.
“Antes de comer un pedazo del corazón del turco José Elías, Julián Muñoz les dijo a los presentes: ´Antes, cuando era yo capitanejo (subalterno de un cacique indio) y sabíamos pelear con los huincas (hombres blancos), sabíamos comer corazones de cristianos; pero de turco no he probado nunca y ahora voy a saber qué gusto tiene´”, dice en uno de los relatos consignados en el Archivo Histórico de Río Negro.
Las pertenencias de los desafortunados eran quemados para que no quedara rastros, mientras que los huesos eran molidos y guardados para que la “machi” hiciera conjuros con los que evitaba ser descubiertos.
Según los testimonios recogidos en el documento, la misma “machi” fue la que indujo a los demás hombres a volverse caníbales, luego de darles de comer carne de sus víctimas. Muchos de ellos comenzaron a comer por miedo de que la bruja los hechizara o maldijera.
Las chozas de los habitantes indígenas de la Patagonia. Foto: Infobae
Policía capturada y caníbales liberados
El alguacil Torino y sus ayudantes capturaron a más de 80 personas, todas acusadas de ser parte de la banda, que asesinó y consumió cerca de 130 comerciantes “turcos”. Sin embargo, la bruja “Macagua” nunca fue arrestada, ya que el comisario la veía como una mujer desamparada y enferma que no podía ser culpable.
Según el relato histórico, el comisario y sus compañeros fueron sometidos a un juicio que duró cuatro años por presuntas irregularidades y excesos en el desarrollo de la investigación. Por insólito que parezca, ellos fueron encarcelados y los caníbales liberados.