Peruana cumple el sueño de su madre al vender sus picarones de Huacho en EEUU: "Quería que llegaran al extranjero y lo logré"
En búsqueda de superación, Maricruz emigró a Florida y convirtió los picarones en un negocio con sabor a herencia peruana.
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A los 32 años, Maricruz, una mujer huachana con espíritu emprendedor, dejó atrás su vida corporativa en Lima para iniciar una aventura inesperada: hacer y vender picarones en Estados Unidos. Lo que comenzó como una receta familiar, se transformó en un negocio que hoy moviliza a decenas de clientes por todo el sur de Florida.
Clientes peruanos y estadounidenses manejan más de dos horas para probar los picarones caseros de Maricruz, elaborados de forma artesanal y con ingredientes frescos. “Mi mamá quería que sus picarones llegaran al extranjero. No lo pudo hacer, pero yo lo logré”, asegura.
“Yo vine a este país a hacer picarones”: Maricruz, la peruana que apostó con su herencia
Maricruz creció en Huacho, rodeada de aceite caliente, miel de chancaca y festivales populares. Su madre, llamada Martha Ramírez, quien picaronera por décadas, y ahora reconocida como la mejor picaronera del Perú en 2022 por sus productos en "La Gringuita", sacó adelante a cinco hijos con su venta ambulante. “Gracias a los picarones tuvimos estudios, comida, ropa. Todo eso lo aprendí en casa”, recuerda, y fue recién en Miami donde decidió convertir ese legado en un emprendimiento.

Maricruz con su madre cuando era pequeña, y cómo se ven ahora. Foto: composición LR/Cortesía
Antes de lanzarse, vivió toda su vida en Lima, donde trabajó en el rubro comercial de AFPs. “Tenía estabilidad, pero no libertad”, recuerda. La inseguridad, la presión laboral y el deseo de independencia la llevaron a tomar la decisión de migrar. Eligió South Florida porque ya la conocía: había viajado como turista siete veces.
Al llegar a Florida, encontró una comunidad peruana sólida, una clientela nostálgica y un clima perfecto para la fermentación de la masa. “Aquí todo es cálido. Eso me ayuda un montón para que la masa se eleve bien”, dice.
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De la oficina al patio: el salto al emprendimiento
Los primeros meses combinó dos trabajos: oficinista de día y picaronera de noche. Pero las llamadas de sus clientes no paraban. Un día su jefe fue directo: “¿Quieres seguir aquí o prefieres tus picarones?” Ella no dudó: “He venido a este país a hacer picarones”, respondió, y dejó el empleo.
Desde entonces, su negocio se consolidó. Hoy vende de tres a cuatro días por semana, y su clientela se ha multiplicado. “Si antes tenía 20 clientes, ahora tengo más de 80. Muchos vienen desde ciudades como Coral Gables, Key West, Cape Coral o Júpiter, manejando hasta dos horas y media solo para comprar picarones”.
Maricruz prepara todo ella misma: desde la masa hasta la miel, que cocina en ollas grandes a fuego lento. Su venta es al aire libre, sin lujos, pero con identidad. “Los picarones en la actualidad son mi gallinita de los huevos de oro, y en el futuro me gustaría poder tener un espacio más acogedor y brindarle esa comodidad a mis clientes. Con hamacas, donde la gente venga en sandalias, después de trabajar, y se sienta en casa”, explica.
"Welcome to Little Perú": una pequeña frase dentro de un rincón de sabor y encuentro
Además del sabor, Maricruz ofrece una experiencia. Ha convertido su punto de venta en una extensión de Perú. “Welcome to Little Perú, les digo a mis clientes. Suena gracioso, pero eso sienten”. Allí se reencuentran amigos, familias y paisanos que no se ven hace décadas. “Una vez dos primas se vieron después de 30 años haciendo la fila para mis picarones”.
El ambiente incluye música chicha, conversaciones en español y un espíritu de comunidad. “Los peruanos somos bien chacoteros, nos gusta el bullicio. Eso se perdería si abro un restaurante cerrado”, explica. Por eso mantiene su venta al aire libre, con carpa, utensilios móviles y un equipo mínimo y necesario.

El negocio de Maricruz prospera, y buscará darle más comodidad a sus clientes. Foto: composición LR/Cortesía
Sus picarones, dice, tienen algo único: “Son picarones con P de patria, con P de Perú”. Solo usa masa fresca del día. Si le sobra, no la reutiliza. “La masa fermentada no sirve. Tiene que ser del día y saludable. Por eso la gente vuelve.”
Emprender desde cero: sin excusas ni atajos, solo trabajo duro
Maricruz llegó a Miami sola, sin familia ni conocidos cercanos. Compró un auto usado por 800 dólares y empezó desde una habitación alquilada. No tenía lujos, pero sí iniciativa. “No necesitas un Tesla para empezar. Necesitas moverte”, dice. Y eso hizo.
La historia no está exenta de obstáculos. En su sexto mes en EE. UU., un control policial casi la deporta por conducir con una luz rota y sin licencia local. “Estaba con las marrocas puestas. Si la chica del food truck no llegaba, ahora estaría en Perú”. Esa experiencia reforzó su fe. Hoy, está tramitando la residencia y su madre la visita con frecuencia. “No tengo un restaurante lujoso, pero tengo clientes leales y un producto que me sostiene y me representa”.
Ahora, ella busca superarse y buscar que otras personas más se superen también. "No existen límites cuando uno tiene las ganas de hacer las cosas. Si tienes una habilidad que la aprendiste con el paso del tiempo, pues desarróllala. Quizás en el lugar donde estás no lo aprecian, el mundo es grande, muy grande. Quizás, en algún lugar del mundo, le pueden dar mucho valor."




















