Quién se llevó mi modelo
“El discurso neoliberal se ha hecho nostálgico y mercantilista, privándose inclusive de su componente liberal inicial”
La rebelión social en Chile ha reactivado en el Perú la discusión sobre el “modelo”, definiendo a un sector que, siendo más pequeño respecto al pasado, se atrinchera en la defensa de un concepto difuso al que la evolución de la economía y política ha vaciado de contenido. Ello es natural, pasa lo mismo con otros términos como justicia, democracia u orden público.
Esto no significa que no necesitemos de un debate y consenso alrededor de este término. La larga transición peruana reclama de pactos y por esa razón requerimos de parámetros de discusión que impidan un debate ligero y pendenciero.
Los defensores del “modelo” deberían previamente resolver el ámbito del concepto; por ejemplo, no creo que este aluda, exclusivamente, a las reglas del mercado o las políticas económicas, sino también a las reglas de la política, el poder y las funciones del Estado. De hecho, todo reduccionismo económico del “modelo” fue tempranamente desechado por el Consenso de Washington, en el cual se inspiró la experiencia peruana 1990-2000. En ese punto, los neoliberales hicieron patente su rechazo a la receta política de este Consenso cuando el país inició el proceso de integración a la OCDE.
Debe ser parte de este método que devuelva contenido al concepto una periodización de la experiencia peruana. El “modelo” estuvo en movimiento, y es probable que su esfera económica evolucionara más que la política, y que esa evolución fuese más radical en la política social. La literatura de parte o hagiográfica revisada destina muy poco esfuerzo a esta tarea, de lo que se tiene una pérdida de posibilidades de retratar sus cambios y aciertos en el tiempo.
Algunos textos solo separan dos momentos, el de 1990-1997 y 1997-2000, el primero de la estabilización y reformas estructurales, y el segundo de la primera crisis del “modelo”, recesión incluida. Falta una segunda periodización que coincida con la recuperación democrática, para darle un lugar a cambios de fondo del período 2000-2011, como el incremento de la demanda, la descentralización del gasto, el auge de la inversión pública, y las políticas de protección social; o al período 2011-2018 de reducción del crecimiento, la caída de la inversión privada, y las políticas sociales universales y no contributivas.
El discurso neoliberal se ha hecho nostálgico y mercantilista, privándose inclusive de su componente liberal inicial. Sin profundidad, confunde frecuentemente “modelo” con “paradigma”, de modo que su épica empieza y acaba en una batalla pesimista, a la defensiva. Su matrimonio con los sectores conservadores en lo político y moral y su falta de autocrítica respecto a los mecanismos que promovieron la corrupción reducen sus capacidades de argumentación por insistir en consignas increíbles como el Estado neutral, Estado pequeño, crecimiento sin correlato distributivo, inversión sin licencia social o mercado sin derechos de los consumidores.
Su ventaja programática, el descalabro de las recetas heterodoxas Venezuela de por medio, debería ser aprovechada en favor de un sistema –salir de la camisa de fuerza del “modelo”– que mire más nuestro recorrido que tiene mucho de propio. Ya miramos demasiado al vecino que se incendia.