¿Por qué las personas insisten en un mal negocio aunque no puedan recuperar lo invertido?
No deberíamos continuar con un proyecto solo porque ya asumimos un gasto. Sin embargo, es algo más común de lo que parece. Aquí te contamos qué es la falacia del costo hundido.
En economía hay un concepto conocido como “costo hundido”. Este es aquel desembolso que ya no se puede recuperar en el futuro.
Las personas muchas veces tomamos decisiones sin darnos cuenta que hemos incurrido en este tipo de costos. Lo racional sería no considerarlos al momento de elegir si continuar con un negocio o decisión.
Sin embargo, todo indica que nuestro sesgo cognitivo, es decir, la manera en la que funciona nuestro cerebro, nos empuja a insistir, por ejemplo, en un emprendimiento, aunque las proyecciones arrojen pérdidas. Así, seguimos en ese proyecto que no es rentable por el simple hecho que ya invertimos en él. A esto se le conoce como “falacia del costo hundido”.
Solo piensa en aquella vez que fuiste al cine, y a los cinco minutos que empezó la película ya tenías ganas de salir de sala. Pero quizás decidiste quedarte a ver el largometraje únicamente porque ya habías pagado por la entrada.
En el ejemplo anterior, la decisión más racional es salir del cine. Así, podrás invertir tu tiempo en alguna actividad que sí te va a dar beneficio o satisfacción.
Otros ejemplos
Otro ejemplo de costo hundido puede ser el de una persona que ha venido estudiando una carrera universitaria durante varios años, pero se da cuenta que no es su vocación. Lo racional probablemente sea que cambie de rumbo porque las horas y dinero invertido no los va a recuperar. Sin embargo, puede ser que en la decisión del estudiante pesen otras variables como la presión familiar, la vergüenza, o la propia sensación de que habría estado perdiendo el tiempo.
Finalmente ¿Quién no conoce a una persona que permanece en una relación sentimental solo porque ya lleva muchos años en ella? Solo piénsalo, si el vínculo sentimental se ha desgastado, quizás la pareja debería replantearse las cosas.
Aparentemente, los humanos somos resistentes al cambio, y eso nos hace incurrir en pérdidas.