Domingo

Ollanta Humala: “Yo diría que a Alan García se le extraña un poco: era mi némesis”

Expresidente constitucional del Perú del 2011 -2016. Fundador del Partido Nacionalista. Militar retirado con el grado de teniente coronel.

Humala
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Atrás quedó el Ollanta Humala de la Hoja de Ruta, aquel al que avaló Mario Vargas Llosa para que pudiera derrotar, en segunda vuelta, a Keiko Fujimori. Frente a nosotros, en su local partidario de Jesús María, se yergue ahora un Humala que se parece más al del 2006 (de impecable terno, eso sí), nuevamente radicalizado, que habla otra vez de cambio de modelo económico y de nueva Constitución. Aunque asegura que ser de nuevo presidente no lo tienta, uno juraría que, pese a los juicios que enfrenta y a que su partido podría ser incorporado como organización criminal en el proceso Lava Jato a pedido de los fiscales, ya se prepara para una campaña política.

Lo he escuchado decir varias veces que no le quita el sueño ser presidente, y aun así tampoco ha negado que pueda postular el 2021. ¿Esa es una posibilidad abierta?

A mí no me quita el sueño ser presidente nuevamente. Ya lo he sido. Tengo dos carreras: la militar, que tuve 25 años, y la otra, mi carrera política, que se corona con la presidencia de la República.

Pero Alan García fue presidente dos veces…

(Risas) Yo creo que ya cumplí con mi país, con mi partido, con las expectativas que me había trazado. Lo que yo quiero es entrar más por la docencia política, el fortalecimiento partidario y también dedicarle tiempo a mi familia.

Está viajando, dando entrevistas después de tiempo. ¿Eso no es reingresar en campaña?

No, porque esto lo estoy haciendo desde antes. Es parte de la actividad política. Cuando voy a las regiones del país digo: yo vengo con mi termómetro, mi tensiómetro, mi estetoscopio para medir la temperatura, la presión, la tensión a las regiones, como tiene que hacer un político.

¿Qué tendría que pasar para que usted tiente de nuevo la presidencia?

Hay que dar oportunidades a nuevos cuadros. Creo en las instituciones. Quisiera que el Partido Nacionalista se fortalezca. Es un partido joven al que le ha tocado una experiencia política muy intensa, que es llegar a ser gobierno a los seis años de vida política.

Ya que habla de cuadros, personas que fueron rostros del nacionalismo en su gobierno, como Marisol Espinoza, Omar Chehade, Daniel Abugattás, se han desmarcado de usted. ¿Con quiénes cuenta ahora que puedan ser los nuevos rostros del nacionalismo?

Hay excongresistas que están con nosotros. Freddy Otárola, por ejemplo, que ha sido presidente del Congreso. Está Cynthia Montes, que ha sido secretaria de Prensa de la presidencia y ahora es secretaria de Organización. Y así podemos contar más gente...

¿Ollanta Humala no es el candidato natural del partido nacionalista?

Aunque suene un poco trillado, mis prioridades hoy día son fortalecer mi partido, fortalecer a mi familia y absolver todos estos procesos judiciales. Más allá de eso, ya no son prioridades, sino temas secundarios.

El otro día, su padre, que está candidateando al Congreso, decía que, entre los Humala, siempre ha habido un grupo de Humalas mesiánicos. ¿Usted es uno de ellos?

(Risas) Yo he aprendido en estos años de política a no mezclar la política con la familia.

Pero se trata de declaraciones políticas, ¿no?

Evidentemente, son declaraciones políticas de mi padre, pero yo prefiero no mezclar, porque la política ha hecho mucho daño a mi familia. Prefiero separar las dos cosas. Es una raya que no quiero cruzar.

¿Nunca les va a responder, aun cuando su hermano Antauro diga que él es la encarnación de la gran transformación que usted traicionó?

Esa es una provocación, pero no tengo nada que responder a eso.

Cuando le preguntaban, hace poco, si era de izquierda o derecha, usted dijo: “no, yo soy de abajo”. Le preguntaría si ahora piensa que debe cambiarse el modelo económico, como el Ollanta del 2011…

El modelo económico está hoy día legitimado, después de tantos años. Inclusive el comportamiento de la clase política, para no reconstruir las instituciones del país que fueron destrozadas por Fujimori y Montesinos, se explica por la protección de ese modelo…

Pero usted también lo protegió, en la medida en que no lo violentó, en su gobierno...

A eso iba. Creo que, aún con todo eso, el modelo tal cual ya no está funcionando. Hay un agotamiento y eso es parte de lo que estamos viendo en América Latina. En el Perú, con toda seguridad le digo, necesitamos una nueva Constitución. Y la mayoría de las fuerzas conservadoras del Perú no quieren ir a una constituyente, porque tienen miedo de que pueda cambiarse el modelo económico.

¿Y usted?

Yo creo que hay que mejorar el modelo económico. Tenemos que pasar de una economía de mercado a una economía con mercado.

¿Y eso requiere un cambio de Constitución, no solo su reforma?

El modelo reformista ha fracasado con el referéndum y los intentos de reformar la justicia y la política. Entonces, ya hemos ensayado por el lado de las reformas y ahora tenemos que ir por un lado más radical, que es el cambio constitucional.

Pero todo esto estaba también vigente durante su gobierno. ¿Por qué entonces no impulsó un cambio constitucional?

Porque justamente en la hoja de ruta que hicimos, tuvimos que retirar el cambio constitucional para llegar a la presidencia. Ya habíamos tenido la primera campaña electoral 2006, donde llevamos la bandera del cambio de constitución, pero tal vez la justificación no fue la más acertada.

Usted suena de nuevo radicalizado. ¿Un hipotético Ollanta Humala en el 2021 volvería a proponer un cambio constitucional y reformas al modelo económico?

Por supuesto. Pero después de haber tenido la experiencia de ser presidente de la República y de haber hecho todo lo que hemos podido hacer sin necesidad de un cambio constitucional: la creación del ministerio de los pobres (Midis), más de 30 programas sociales con una nueva visión del subsidio, un impulso a grandes obras de infraestructura; un sistema nacional de becas con más de 100 mil beneficiarios y una serie de programas y proyectos de desarrollo de inclusión social, y dentro de un marco económico de crecimiento. Todo eso lo hemos hecho dentro de la actual Constitución, pero si queremos avanzar más lejos, deberíamos ir a una nueva Constitución.

Entonces, en una nueva postulación suya, el empresariado le terminaría pidiendo una nueva hoja de ruta…

La necesidad de una nueva Constitución no responde solo a mejorar el modelo económico, cambiar el modelo involucra tener una alternativa a ese modelo. Los nacionalistas impulsamos un cambio de Constitución, pero sobre la consolidación y fortalecimiento de instituciones, como la política y la justicia. Hoy estamos viendo cómo la política ha penetrado en la justicia y la política, como actividad, ha sido privatizada. Cuando vemos este tema de los 12 apóstoles y el financiamiento de la señora Fujimori, es la misma élite económica que trata de domesticar a los políticos y a los partidos políticos.

Dionisio Romero confesó haber gastado 3’600,000 dólares contra usted, pero se dijo, en su momento, que usted terminó gobernando para el empresariado.

Yo les preguntaría: ¿la longitudinal de la sierra es para los empresarios o para los de abajo? O la modernización del cima, o las becas que dimos, o Qali Warma, o Pensión 65, o el Samu, ¿para quiénes son?

También se dijo que una de las concesiones que le hizo al empresariado fue mantener a Castilla en economía, a Velarde en el BCR…

Yo le entiendo, pero no nos fijemos en la anécdota. Acuérdese que Deng Xiaoping decía que no interesa el color del gato, lo importante es que cace ratones. Compare los resultados de mi gestión de gobierno con los del gobierno de Toledo, de García, de Kuczynski, y vea usted quién trabajó más para los de abajo. El problema en el país ya no es de izquierdas o derechas. Hoy día, todas las obras que le he señalado y podría enseñarle más obras, corresponden a una nueva contradicción, que es los de arriba y los de abajo. Los problemas que tenemos hoy día en la región no son por pobreza, son por desigualdad.

Usted me ha hecho una enumeración de sus logros y obras, pero al final de su mandato llegó al 13% de popularidad y se fue con un 24 o 25%. ¿No hay una autocrítica para explicar esa desconexión tan grande que se terminó dando con la ciudadanía?

Siempre hay autocríticas, pero el tema acá es que, cuando uno entra a ser presidente, la prioridad no es caer simpático, sino hacer las cosas que se tienen que hacer. Cuando uno es candidato es al revés: la prioridad es caer simpático. Yo he entendido perfectamente eso y eso es lo que he hecho.

O sea, no fue un presidente simpático…

Creo que sí, creo que he tenido muy buena popularidad. Vea usted los años y compare con otros presidentes y probablemente he sido el más popular.

Durante su gobierno, se acusó a su esposa de ejercer más poder que usted y ese fue un tema de ataque permanente. ¿Cuánto manejo tuvo ella en el Ejecutivo?

Esas son anécdotas. No confundamos la paja con el grano. Acá el presidente he sido yo, y yo asumo las responsabilidades políticas de mi gobierno.

¿No hay una autocrítica, de repente, de que ella no se desmarcara del accionar del Ejecutivo?

A ver, dígame: ¿yo he sido su presidente o no?

Sí, pero en algún momento se dijo que ella ejercía un poder paralelo...

En una entrevista con un expresidente, usted le está preguntando este tema, ¡por Dios!

Lo que pasa es que eso pesó en los ataques de sus enemigos. Recuerde la famosa frase de la “candidatura conyugal”. Esa no es una anécdota, porque fue un incidente que definió toda una coyuntura política.

Pero ya respondí e insisto: el presidente he sido yo. Y si vamos a entrar a los temas domésticos o a los ataques, las pullas políticas… Es como una pelea de box. Los amagues, las fintas. Es parte de la pelea. Lo importante es quién gana la pelea. Yo vengo de una carrera militar, he hecho un levantamiento militar contra un presidente, tomé prisionero a un general, he estado en las tres zonas de emergencia, en la cordillera del Cóndor, en el conflicto con Ecuador. Entonces, obviamente, ¿cómo puedes erosionar ese perfil del candidato o del político? Mellando su carácter y diciendo que él no gobernaba, sino otros.

El 2021 se elige un nuevo presidente, pero también llegamos al Bicentenario. ¿Cómo evalúa al Perú que llega a este hito?

Mal. En el tema económico, vamos a llegar con una economía paralizada o enfriada, con una gestión de gobierno que le deja al siguiente un conjunto de juicios ante el Ciadi por más de cinco mil millones de dólares... Además, han aumentado la pobreza, el desempleo y el empleo informal, y ha disminuido el formal. En el tema político, llegamos al Bicentenario con los partidos criminalizados, con la política zarandeada. Nunca ha estado tan mal la política, con un caso como Lava Jato, que muestra la falta de liderazgo del gobierno, porque no entendieron que Lava Jato es un problema que debió haber enfrentado el gobierno como política, dada su magnitud y su transversalidad...

Pero existe la autonomía de poderes del Estado...

¿Qué debió haber hecho el gobierno? Desde un principio, confiscar o intervenir todos los activos de Odebrecht, meter presos a sus funcionarios y, sobre esa situación, entregarlos a los fiscales para que investiguen lo que tengan que investigar y, si tienen que acogerse a la colaboración eficaz, que se acojan. Entonces, dentro de esa visión política, llegamos al Bicentenario divididos, institucionalmente más débiles que antes y con una clase política golpeada, donde todos están mezclados. No hay una separación de los que han cometido actos de corrupción, con respecto a los que no los hemos cometido y que nos investigan por supuestos aportes de campaña, que ni siquiera son delito.

¿Y cuál es su evaluación específica del presidente Vizcarra?

Yo pienso que él no ha tenido un plan de gobierno, dado que no fue elegido presidente, sino vicepresidente y simplemente heredó la batuta. Y lo que ha querido hacer es trabajar al margen de los partidos políticos y cuidando como principal activo su popularidad.

Pero partidos políticos que le eran hostiles: el fujimorismo, el aprismo...

Sí, claro. Nosotros también tuvimos ese problema, pero no transigimos con ellos.

Pero él tenía una mayoría absoluta en contra, usted no...

Claro. Y, además, en nuestro caso, teníamos una mayoría, pero no tan absoluta, porque ahí se apuntó el Apra, el fujimorismo, Alianza Para el Progreso y, al final, hasta la izquierda se apuntó. Tan es así que, en el último año, perdimos la mesa directiva. Pero aun así no transigimos. Creo que Vizcarra se demoró mucho en cerrar el Congreso. Entonces, lo que tenemos hoy día es un presidente que, en materia de ejecutoria, tiene poco que mostrar.

Pero por lo menos intentó una reforma política y una reforma de la justicia...

Ese es el otro tema. El tema de gestión como gobierno es nulo. Viaja bastante, pero no hay una obra que él haya iniciado y haya terminado. Está inaugurando obras que se le dejaron. En cuando a las reformas que él planteó, y que hubieran sido un buen legado, han sido un fracaso.

Pero también se las desnaturalizaron en el camino, ¿no?

Esa es la parte anecdótica. Pero vamos a los resultados. Ni siquiera hay la Junta Nacional de Justicia. Ni qué decir de las otras reformas. En una medida, también hay que ser justos, no es que sea un hombre malintencionado. Es un hombre bien intencionado, pero no tiene fuerza en el Congreso, pero, justamente por eso, debió haberlo cerrado hace tiempo, no ahorita, porque ahorita queda un año y meses, nada más. ¿Qué va a ser ese Congreso en este año y medio de cara al Bicentenario? Yo no creo que gran cosa.

Usted ha dicho que ni Odebrecht ni Chávez le financiaron la campaña. ¿Quién financió y cuánto costó, tanto la del 2006 como la del 2011?

Eso ya lo hemos entregado a la ONPE…

Keiko Fujimori también presentó sus balances.

(Risas) Es verdad. Pero, a diferencia de Keiko Fujimori, nosotros no hemos tenido una estructura de fraccionamiento de aportes o pitufeo, ni estos aportantes de los doce apóstoles. Lo que hemos tenido es lo que dice el informe de la ONPE. Y si bien la fiscalía ha determinado que hay aportantes que ahora niegan su aporte, eso es natural en todas las campañas por una serie de razones. Primero, porque tienen miedo de ir a declarar a una fiscalía o porque no les gustó la gestión de gobierno o, por último, porque no consiguieron trabajo en el gobierno. Como anécdota le digo que toda mi familia, que son como veinte personas que han aportado, todos se han negado.

Usted pasó diez meses en la cárcel. ¿Qué aprendizaje personal le dejó ese período de carcelería?

A un político, lo principal que le afecta esto no es la libertad, sino la calidad de tiempo que uno puede dedicar a los asuntos nacionales. Lo otro es la familia. En esos momentos eso es muy difícil, pero mi familia se unió más. Y lo otro es un sentimiento de injusticia, porque, de todos estos presidentes que ha habido, soy el único que ha sobrevivido, y quedándome en el país, no yéndome a España. Lo que pasa es que, entre los políticos que han hecho más daño al país está Alan García. Ellos inventaron la judicialización de la política y pensaron que destruyéndonos a nosotros, judicializándonos, iban a salvar al resto de la clase política, pero después no han podido hacer un control de daños y las cosas van revelando cómo eran ellos.

Siendo Alan García de repente la persona que más campaña hizo contra usted, ¿qué sintió cuando supo de su suicidio?

Fue un impacto, ¿no? Yo diría que se le extraña un poco. Era mi némesis.