La reina del baile: Camila Fabbri
Entrevista. Tras resultar finalista del prestigioso premio Herralde 2023 y de estrenar su primera película en San Sebastián, Fabbri conversó con nosotros.
Camila Fabbri parece ser la joven promesa de la literatura latinoamericana. Con 34 años, quedó finalista del premio Herralde 2023 por su segunda novela, La reina del baile, y acaba de estrenar su película Clara se pierde en el bosque en el Festival de Cine de San Sebastián. Ha sido seleccionada dentro de los 25 mejores narradores en español menores de 35 por la prestigiosa revista Granta. Actualmente, alista un libro acerca de Charly García.
Además, Fabbri actuó en la película Dos disparos de Martín Retjamn, escribió y dirigió teatro, y sospecho que también debe hacer algo de música…
Me hubiera encantado, pero no me fui por ahí —me dice—. Sí tengo una guitarra en mi casa, y cada tanto la toco. Tomé clases cuando era adolescente, pero no fui como por ese camino. Siempre escribí, desde muy chica. Cuando terminé el colegio, empecé a ir a talleres y a formarme un poco más seriamente. No tengo un título universitario de escritora, pero no creo que sea necesario para escribir ficción. Al principio estuve más volcada en la actuación. En la primera juventud pensaba que quería ser actriz. Tomé clases con Julio Chávez —el actor argentino—, en su escuela, fui a la Universidad Nacional de Artes, y, en paralelo, escribía. Comencé a escribir teatro, y de eso devino un poco dirigir mis propios proyectos. Aquí en Buenos Aires eso es algo que se hace mucho. Creo que la escritura ha sido el ejercicio permanente. Las disciplinas fueron cambiando. Pasé por cine, por teatro….
¿De dónde crees que viene la necesidad o el interés por escribir?
No sé. Nunca hay algo así como un origen particular. En mi casa siempre hubo un vínculo muy fuerte con la lectura, con los libros, con tener una biblioteca, cuidarla y atesorarla.
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¿Tus papás son lectores?
Mi mamá, que es psicoanalista, y también tengo dos hermanas lectoras. Una se dedica a la prensa literaria y la otra es guionista de cine. Entonces, todas tenemos como nuestras bibliotecas….
¿Y tú eres la menor?
Sí, sí.
Como Silvina Ocampo…
Mira, no lo sabía.
Sobre La reina del baile, llamó mi atención que la narradora tenga una voz descriptiva, casi ajena o distanciada de lo que sucede. Pareciese que observa la cuestiones científicamente, como si narrase a modo de documental. ¿De dónde sale esa voz?
Creo que en el proceso de escribir uno no está deliberadamente eligiendo qué escribir. Esas observaciones son posible cuando ya tomaste distancia de lo hecho. En cambio, me parece que al escribir hay mucho de la intuición y mucho de seguir repitiendo un mecanismo que uno ya venía haciendo en su escritura. En el proceso sería muy difícil tomar una distancia como para tomar decisiones. Uno está involucrado y muy cerca de lo que está escribiendo Esa forma de escritura de la que hablas es muy personal mía cuando escribo, pero no es deliberada.
No hay una toma de decisión sobre la forma.
Exacto. Por ahí que uno puede escuchar lo que dicen otros sobre lo que uno hace y empezar a dilucidar o a ubicar algunas cosas, pero creo que uno no tiene tanto la facultad de ver tampoco qué es lo que hizo. Pienso que esas son más posibilidades que tienen los lectores de desgranar y de analizar lo que uno escribe, pero es muy difícil siendo uno el propio autor.
De hecho, ya había un poco eso en los cuentos de Estamos a Salvo. Pienso en el juego, de animalizar al hombre. Hay una progresión en los epígrafes de Nat Geo que colocas en los cuentos: comienzan hablando de cuestiones animales y terminan en dictaduras y aspectos más humanos.
Sí, sí, creo que eso está en ese libro, y quizás en La reina del baile también, pero de otra forma. Hay una especie de hipótesis, que atraviesa todo el libro, relacionada con analizar ciertas conductas del comportamiento animal o de la naturaleza y cómo estas se reproducen en los vínculos humanos, digamos. Más allá de que en lo animal no haya vocabulario y en lo humano sí, a veces nos terminamos pareciendo bastante. Creo que sí hay una tendencia hacia observar estas similitudes salvajes entre los dos mundos.
Bueno, en la novela está Gallardo, el perro, como un personaje más. Insistes también en las conductas sexuales en las que el ser humano es muy animal. Énfatizas mucho la baba o la salivación, por ejemplo, en ambos libros. Imagino que tiene que ver con eso…
Tienes razón. No me había fijado eso…
Llamó mi atención eso y la fijación con los hombres calvos. ¿De dónde viene eso? En ambos libros aparece muchísimo la palabra calvo.
No sé, te juro que no fue como algo que... Quizás es como una especie de fijación con la calvicie como concepto, pero no...
¿Por el deterioro, dices?
Capaz, puede ser, sí.
En esa voz poética, la distancia también da espacio a ciertos chispazos de humor. En la novela hay situaciones muy duras, pero no se pierde el humor. La narradora, de alguna manera, se está burlando todo el tiempo de sí misma y de lo que va pasando. Hay como una desolemnización de las situaciones por más duras que sean, ¿no?
Sí, sí. Es algo que vengo escuchando mucho. Me dicen que la novela tiene mucho humor, que la gente se ríe… Yo no busqué que pase eso, pero sí creo que hay una necesidad de quitarle al drama o al conflicto deliberado, ese peso que podría llegar a tener. Incluso a veces la distancia que implica la ironía puede acentuar lo que está pasando. Es algo que creo que ayuda a que la novela no se instale solamente en un estado, que pueda volverse más volátil y que genere algo más contradictorio en el lector.
¿Tú te sientes cerca de eso? Es decir, ¿tú usas el humor en tu vida para aligerar situaciones difíciles?
Sí, pero, obviamente, depende mucho de la situación. Es más fácil hacerlo en la escritura que en la vida cotidiana. Los hermanos Marx creo que decían que el humor es tragedia mas tiempo. A veces sí se necesita una distancia para hacer un chiste. No sé si hay una relación directa entre el humor que uso en mi vida personal y el que uso al escribir.
¿Te diviertes escribiendo?
Sí, pero hay una combinación extraña entre disfrutar y padecer, algo que convive. Está ese padecimiento permanente que tiene la gente que escribe: el terror a no poder escribir. Y escribir es un poco el terror a no poder hacerlo. Como que hay una relación retortuosa, pero también es divertido.
Bueno, pero en tu caso has escrito ya bastante para tu edad, ¿no?
Sí, eso es lo que se dice, pero yo no siento que escribí más que cualquier otro autor de mi edad. Mi primer libro se publicó cuando tenía 25 años. Quizás lo bueno fue que pudo publicarse en ese momento. Si ese libro no se hubiera publicado en ese momento, mi cantidad de escritura hubiera sido la misma. Ayer pensaba que La reina del baile se publicó ahora, pero no estaban mis planes. Es una novela que escribí en el 2019 principalmente y que trabajé en 2020, 2021, 2022, incluso 2023. La abandoné, la retomé, borré cosas… Bueno, todo lo que se hace cuando se trabaja una novela. En el medio, la mandé al concurso, pero no sabía que podía suceder lo que sucedió y que se iba a publicar tan rápido. Entonces quedó muy cerca a la salida de Estamos a Salvo, pero fue algo azaroso… Visto desde afuera, parece que escribo un libro por año, pero no.
¿Cómo te tomaste lo del Herralde?
Fue un notición. Estaba acá en Buenos Aires y hacía tiempo que tenía muchas ganas de ir a España. Mucho colegas y gente me venían diciendo para hacer un movimiento ahí, al menos un tiempito. Había aplicado a una residencia de escritura que finalmente me salió. Eran tres meses, y en el interín, cuando yo sabía que iba a ir para allá, me enteré que la novela había quedado finalista y que se iba a publicar. Yo le digo, por eso, “la llamada española”, como que tenía que ir. Finalmente, fue muy bueno para mí poder estar presente durante la salida del libro. No hubiera sido lo mismo si no estaba. Me enteré cuando faltaba una semana para viajar a la residencia y fui con muchas más ganas al viaje.
Hay una preocupación en la narradora por el transcurrir de los años, por la maternidad, por esto de parecer señora, y tú, por el contrario, diría que te ves bastante joven. ¿Cómo se relaciona esta experiencia contigo?
Bueno, sí, creo que se desprende el personaje de mí. Quizás dialoga un poco esto de que todo el tiempo me dicen que parezco más joven. No sé cómo interpretarlo. El personaje de Paulina sí tiene como una fijación con su edad, bueno, también con el deterioro, con el posible deterioro orgánico que no es el que se ve. Me parece que tanto ella como Maite hablan mucho de eso. Tiene que ver con la amenaza del reloj biológico, del paso del tiempo y de haber construido algo o no.
¿Es algo que te preocupa a ti también o es algo que ves más en otras mujeres?
Sí, creo que es algo como un fenómeno del momento por el que pasan las mujeres en la treintena. No sé si algo mío necesariamente. Seguramente es algo compartido y hay en la novela como una búsqueda de ponerle voz a eso desde distintos puntos de vista. Paulina y Maite son muy distintas entre sí, pero comparten un poco eso.
Háblame un poco sobre la película que acabas de estrenar en San Sebastián, Clara se pierde en el bosque.
Bueno, ese fue un proyecto que empezó en el 2020 por una propuesta que surge de Diego Dubcovsky, un productor argentino de cine que trabaja con escritores y escritoras. Me propuso escribir un guión a partir de mi libro El día que apagaron la luz. Esa fue la propuesta inicial y yo desarrollé un guión que no es el libro, pero tiene algunos puntos en común. La propuesta incluía dirigir la película. Estuve 2020 y 2021 desarrollando el proyecto, aplicamos al INCAA, que es el instituto que financia el cine en Argentina, te diría en un 80%, un instituto que se va a desfinanciar totalmente con este nuevo gobierno. La filmamos el año pasado en noviembre. Fue un rodaje de dos semanas. Me animé a dirigir porque armamos un equipo de trabajo muy bueno en el que confié mucho. El grueso de mi trabajo estaba en trabajar con los actores y las actrices, algo que ya venía haciendo por dirigir teatro y que me gusta mucho hacer. La película quedó seleccionada para el festival en la sección Horizontes Latinos y fuimos a fines de septiembre a Donostia para presentarla.
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¿Encuentras mucha diferencia entre hacer un libro o hacer una película?
Sí, hay muchas diferencias formales. El guión en sí es una escritura mucho más rígida, más visual. Precisé de ayuda, tutoriar con otros guionistas para quitarle ciertos rasgos más literarios. Igual creo que mi película es una película súper literaria. O sea, es una película de alguien que escribe. Para mí es muy evidente, pero me parece que eso es un plus por último... No es una película de un cineasta a priori respecto de una búsqueda formal de planos y demás. Creo que no hay nada de eso.
¿Y te ves escribiendo más cine o no?
Por ahora no. Al menos no para proyectos personales. Sí es un trabajo que me interesa, pero no para para hacer algo mío ahora…
El comienzo de La reina del baile me pareció bien cinematográfico. Pensé mucho en el detenimiento de la escena, un poco Proust, Fosse o Cartarescu, por el detenimiento en lo perceptivo de Paulina para crear la escena desde este aturdimiento del choque. ¿Hay de eso o no?
Sí, creo que el registro de la narradora es muy teatral también. Es una especie de soliloquio en el que va hilando pensamientos y demás. Tiene algo muy escénico desde el punto de vista teatral: la palabra está por sobre lo que se ve. Después sí pienso que la película tiene mucha posibilidad audiovisual. No tengo idea cómo se haría, pero yo también le veo ese posible potencial cinematográfico, que me parece que las novelas en sí lo tienen. Algunas más que otras. Hay algo bueno en esa progresión y en esa duración también. Ahora está pasando mucho que adaptan novelas al cine, como una especie de fenómeno del momento, que para mí está genial. Me parece bueno que la literatura y el cine puedan trabajar juntos.
¿Y qué influencias crees que tienes ahí?
Muchas, miles. Siempre pienso que hay influencias no necesariamente literarias. Sí las hay, pero yo escribo mucho con música, y mucho viendo cine. No tengo en claro qué películas o qué música escuché para esta novela, pero sí me parece que trato de estar en permanente diálogo con lo que se publica y con ciertas tendencias musicales. Creo que es importante estar inmerso en todo este trabajo de artistas o colegas más lejanos para poder seguir produciendo obra.
¿Ahora en qué estás trabajando?
Estoy trabajando en un libro sobre Charly García. Hace mucho tiempo que tengo esta intención de escribir sobre él y ya empecé a hacerlo. No es una biografía, es contar a Charly García desde una especie de fanática.
¿Como una crónica o un ensayo?
Sí, algo así, algo de no ficción en principio. Pero también estoy en un momento de no saber si quiero estar en Argentina o si me quiero ir… Dado el contexto, digamos, el país está como en una especie de batalla permanente con la realidad…
¿Cómo ves eso? Lo último de los libros y, bueno, no sé qué vaya a pasar con la educación en general, ¿no?
Todo está en peligro. Hay como permanentemente un bombardeo de posibles cosas que van a cambiar. Ahora todo está en manos del Congreso, y tampoco sabemos si podemos confiar en nuestro propio Congreso, así que hay una sensación permanente de miedo, de asfixia, que no permite mucho pensar o hablar de otra cosa. Llegué a Buenos Aires el 20 de diciembre y siento que estoy acá hace cinco años, cuando pasaron quince días. Todos los días pasa algo. Es como una especie de monotema. Es difícil poder tener libertades de todo tipo con lo que está pasando. También es la certeza de que va a haber que luchar muchísimo y la gente está muy cansada también.