Piura. Algunas calles de la ciudad de Sullana, cerca de la plaza de Armas, están enrejadas de extremo a extremo para evitar el ingreso de vehículos o personas desconocidas durante la noche, cuando la ciudad se vuelve más peligrosa y no existen suficientes policías para mantener el orden, ni aún cuando el Gobierno central dispone el estado de emergencia como la medida más urgente ante la inseguridad que viven los sullaneros.
Por estos días, en Sullana, el clima sobrepasa los 30 grados centígrados, el calor al igual que los asaltos y robos parecen ser un tema con el cual solo se debe acostumbrar a vivir, sin esperar que la situación mejore, en el último de los casos sin esperar que aumenten.
A una cuadra de la plaza, un grupo de cambistas de dólares mira de reojo, quien está merodeando la zona, saben que son presa fácil para los delincuentes, y el dinero que llevan en su mano es su único capital para poder sobrevivir.
Víctima. Lili fue atacada en la puerta de su negocio. Foto: Wilson Siancas LR
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“Mire, amigo, acá con emergencia o sin emergencia, igualito es. Ahorita se para un serenazgo, y luego se va y nuevamente estamos solos. Por esta zona ya se han reportado robos, y la próxima víctima puedo ser yo o alguno de mis compañeros”, cuenta preocupado un cambista de la avenida Ugarteche.
Según la Municipalidad de Sullana, solo hay 3 patrulleros PNP en la ciudad, y otros 3 más para que el personal de serenazgo acompañe en la labor de operativos, y atender las denuncias de la jurisdicción. En medio del evidente déficit de equipos, la provincia reportó, recientemente, cifras insostenibles como la ejecución de más de 33 homicidios, la mayoría a mano armada; asimismo, registró agresiones, robos y violaciones.
Solo. Padre de llantero asesinado espera investigación. Foto: Wilson Siancas LR
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Gilmar Richard Raymundo Ruiz, un hombre de 38 años que se ganaba la vida como llantero, encontró un trágico destino en una fría mañana del 17 de mayo. Cuatro disparos resonaron en el aire, anunciando la llegada de la muerte de manos de una banda de sicarios despiadados.
El cruel asesinato tuvo lugar en su taller, un lugar que solía ser su refugio, ubicado en las proximidades del Centro Hípico de la Primera Brigada de Caballería. Hoy, el eco de ese trágico día persiste en la vida de su padre, Ricardo Raymundo Saavedra, quien carga con el peso de la pérdida y la desesperación. Hablando con voz quebrada, comenta con amargura que la respuesta de la policía ante este atroz crimen ha sido insuficiente, para no decir inexistente.
Enrejados. Ciudadanos de Sullana han colado rejas en las calles para evitar la delincuencia. Foto: Wilson Siancas LR
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"Aquí, en esta zona, el resguardo es casi inexistente", lamenta el afligido padre. "Hemos sido testigos de tantas muertes que ya no nos prestan atención. Nada puede devolverle la vida a mi hijo. Ahora, todo lo dejo en manos de Dios", añade con un gesto de resignación en su rostro, cargando el pesar de haber asumido la responsabilidad del taller de su hijo fallecido. La falta de seguridad lo ha llevado a una sensación de abandono por parte de las autoridades.
En medio de la desesperación y la incertidumbre, el grito de justicia se mezcla con la resignación de un padre que ha perdido a su
hijo en circunstancias trágicas, pero que se siente abandonado por un sistema que debería proteger a sus ciudadanos.
Un caso más reciente fue el de asesinato de la comerciante Lili Puescas Távara, quien fue última en la puerta de su negocio por un desconocido, la noche del 7 de agosto último. Sus deudos, cuentan que Lili no tenía enemigos, y que probablemente todo se trató de una equivocación. Sin embargo, tras más de un mes de haberse cometido el trágico hecho, no hay noticias de los autores del delito.
Agentes. A pesar de la emergencia, la presencia policial es mínima en la provincia de Sullana. Foto: Wilson Siancas LR
“Las cámaras grabaron a dos sujetos, uno de ellos bajó el disparo y se fue. No había policías de seguridad, tampoco había mucho alumbrado público en los alrededores, y los delincuentes se aprovechan de eso. Los asaltos ocurren en plena luz del día, todos por aquí viven atemorizados”, mencionó el nieto de Puescas Távara.
Historias como las de Lili y Gilmar son fáciles de encontrar en cada avenida larga de Sullana, sobre todo si trata de los sectores como el barrio de Santa Teresita, Buenos Aires y Sánchez Cerro; lugares donde la presencia policial es escasa y la delincuencia prima en su esplendor. Y es que en estos puntos de la ciudad la gente anda en sobresalto, con el temor de que en cualquier momento podrían ser atacados, o peor aún, podrían ser últimos a pura bala.
En un recorrido nocturno por las calles de la ciudad, la dirigente Ingrid Terrones señala que la presencia policial es casi nula, y que con ellos se evidencia que las medidas de seguridad en la provincia avanzan lento, y exponen a miles de negocios y personas de bien que día a día se levantan a trabajar.
“Acá para ir a un lugar tienes que avisar que vas a llegar para que te esperen. Si sales de noche, tienes que estar acompañado. Estamos cansados de todo, siempre se dice que se van a tomar medidas y cuando quieren hacerlo no tenemos los policías necesarios. Hemos salido a marchar, cansados de ver tanta muerte, pese a ello seguimos en lo mismo”, comenta una de las representantes de la sociedad civil de Sullana, Ingrid Terrones.
La ciudad, que debería ser un lugar de prosperidad y seguridad, se ha transformado en un escenario de incertidumbre y desconfianza. La falta de respuesta efectiva por parte de las autoridades ha dejado a la comunidad vulnerable y desilusionada, deseando desesperadamente un cambio que pareciera estar fuera de su alcance.
Las denuncias de sicariato y extorsión también se extienden cruzando el puente Sullana, en Marcavelica, donde 18 agentes de la Policía Nacional se encargan de hacer operativos en medio de la emergencia. Fuentes policiacas de la comisaría de la zona indicaron que los agentes no se dan abasto con los reportes e investigaciones que tienen que cubrir. Mencionaron que la estrategia para la emergencia en Marcavelica no ha considerado la utilización de militares, ya que solo serían usados en algunos puntos de Sullana ciudad.
Para la unidad policial, el estado de emergencia, sin la incorporación de más unidades de patrullaje y efectivos policiales, resulta contradictoria considerando los niveles de delincuencia por los que pasa la provincia. Los cuestionamientos de la unidad policial no solo son señalados por sus carencias, sino también por sus presuntos nexos con la criminalidad organizada. Un sector de la población está convencida de que una red de altos mandos policiales protege a capa y espada a los hombres y mujeres que generan el desorden en la ciudad.
La situación en Sullana es desesperante, y los ciudadanos esperan ansiosamente que se tomen medidas efectivas para restaurar la seguridad en las calles. Mientras tanto, la ciudad se sume en la sombra de una emergencia sin policías, donde el miedo y la incertidumbre son las constantes en esta ciudad.