—Declaró que la invocación al Acuerdo Nacional podría tratarse de solo retórica. ¿Es posible que la presidenta llegue al 2026 con muchas promesas echadas en saco roto?
—Lamentablemente, en un país en donde, en términos políticos, importa más contar con los 87 votos que se necesitan para que prospere una moción de vacancia antes que cumplir con compromisos electorales y salvaguardar la institucionalidad y calidad democrática, es muy posible que llegue con el país hecho trizas y una democracia o mucho más golpeada o, más probable, completamente deshecha. Siempre que cuente con el apoyo del Congreso, es posible. En otros contextos hubiese dicho que veo difícil que los partidos soporten hasta el 2026. Pero lo que vemos es que no existen mínimas diferencias partidarias e ideológicas en el Parlamento.
—¿Hacia dónde vamos en la relación Congreso y Ejecutivo?
—Una convivencia por conveniencia muy clara, donde ya no hay lógicas de partidos ni principios ideológicos mínimos irreconciliables como se dijo al comienzo del Gobierno de Pedro Castillo, sino que es una convivencia por el beneficio de mantener el poder hasta el 2026, retrocediendo en derechos y con una presidenta que no se posiciona en la defensa de la institucionalidad ni de reformas que mejoren la calidad de vida de la ciudadanía.
Especialista asegura que el Gobierno de Dina Boluarte, de llegar al año 2026, enfrentaría problemas de democracia muy graves. Foto: Antonio Melgarejo/ La República
—Ahora están por definir las comisiones del Congreso.
—La primera parte ya está repartida con la Mesa Directiva, que tiene capacidad de gasto, de contratación, de priorizar agendas de las comisiones. Es ya bastante clara en el mantenimiento del deterioro a la calidad democrática como controlar las demás instituciones constitucionalmente autónomas como la Defensoría, la JNJ, el JNE…
—Sigue la cooptación del sistema político peruano.
—Estoy convencida de que la cooptación va a continuar porque creo que, así como hablamos de un discurso de la presidenta con promesas retóricas, el discurso ideológico de izquierda y derecha en el Congreso también es principalmente retórico. Si hay un punto de coincidencia, está vinculado al conservadurismo y al retroceso en términos de derechos y avances democráticos. A partir de allí, controlar el Poder Judicial, los organismos electorales. Eso sí les interesa a todas las bancadas congresales. La lógica de congresistas mochasueldos, de las directivas de partidos que deciden las listas electorales a partir de aportes económicos es transversal a cualquier mirada pseudoideológica. Es pura retórica de conveniencia.
—Sin embargo, el Congreso insistirá en reformas políticas con miras a las próximas elecciones. ¿Hay posibilidades de reformas en ese sentido?
—Yo percibo que la reforma política, para tener relevancia en términos democráticos, tiene que ir de la mano con las voluntades e intereses de la ciudadanía. Por ejemplo, la bicameralidad. La teoría nos dice que es muy útil para mejorar la calidad de la política. Pero si tú tienes, por un lado, a una ciudadanía que no quiere esa propuesta, entonces partirá de una mala relación entre ciudadano y ley. Una reforma sin legitimidad. Al contrario, no se mejorará el sentido de representación. Por otro lado, si tienes intereses vinculados a este tema que no son los que se discuten técnicamente en la teoría de la representación, sino en aplanar el terreno para mantenerse en el poder como senador o diputado, cobrar más caro los cupos en las listas, etc.
El fujimorismo y cerronismo juntos en la Mesa Directiva del Congreso. La nueva MDC: Nano Guerra García, Alejandro Soto, Waldemar Cerrón y Rosselli Amuruz. Foto: Antonio Melgarejo/La República
—Se mantiene la esperanza en que la ciudadanía reaccione y se movilice ante tremendos atropellos que se han esbozado, pero lo que vemos es un freno a la movilización ciudadana de forma amplia. ¿Cuáles serían los factores que limitan la movilización ciudadana?
—Creo que hay tres: uno, la ausencia de liderazgos y la atomización de la organización, donde hay recelos entre iniciativas de movilizaciones. Dos, el temor de la ciudadanía. Si tienes en menos de un mes de iniciado el Gobierno más de 50 muertos, la gente tiene derecho a tener miedo. La pandemia exacerbó las sensibilidades sobre la muerte. Tercero, no estamos percibiendo que la democracia sirva para algo. ¿Qué defiendo? ¿Ese valor etéreo? Nadie me ha quitado el derecho a votar.
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—Los ciudadanos asocian dicha idea con la idea de poder ir a trabajar libremente, hablar lo que me da la gana…
—Hay una porción de la ciudadanía que válidamente considera que su voto ha sido vejado, pero no es por lejos el sentido mayoritario en este momento. La democracia, durante muchos años, se ha encapsulado en la lógica de libertades económicas y sufragio y ninguna de las dos se ha perdido. Hay una parte donde la democracia se une con la idea de presencia y capacidad del Estado, que tiene que ver con la calidad de esta, pero que no está en el chip de la ciudadanía. Todo lo que se discute hoy es de la vida cotidiana de la gente. ¿Qué defiendo si defiendo la democracia? Ahora vemos una movilización pequeña que defiende el derecho a la protesta y a no ser gaseado indiscriminadamente por expresar mi descontento con libertad en las calles. La idea de democracia que nos han querido vender está totalmente desconectada de la vida cotidiana.
—Hace falta una redefinición de la democracia en el Perú.
—Totalmente. Hace falta que la reconstruyamos desde un sentido de bien común, de Estado presente, de ciudadanía que es respetada en sus múltiples derechos, no solo en sus derechos económicos. Si no la dotamos de ese sentido, la pregunta cae en saco roto. Por qué saldría a movilizarme y exponerme a que me maten si es un valor etéreo y si al final votaré para que entren 130 mochasueldos. Si no le damos ese contenido y no peleamos esa batalla de significado de la democracia que ilusione y que puede ser algo más que pueda discutir la vida de la gente, los derechos, la presencia y calidad de los servicios del Estado, la institucionalidad. Por qué me expondría a que me maten o a organizarme para buscar liderazgos que me representen.