No fueron militares los que hicieron el croquis que permitió encontrar las tumbas de los estudiantes de La Cantuta asesinados por militares. Lo dibujaron Justo Arizapana y Guillermo Catacora., CARTÓGRAFOS. Arizapana y Catacora muestran el mapa de Cieneguilla. Clave CAMBIO. El entonces senador Róger Cáceres Velásquez entregó a los periodistas de Sí una copia del croquis y guardó el original. El original estaba dirigido a él (igual al que encontró la policía). La copia se dirigió a la opinión pública. • HÉROES DEL PUEBLO • Contra la creencia general, no fueron militares los que hicieron el croquis que permitió encontrar las tumbas de los estudiantes y el profesor de La Cantuta. • Lo dibujaron Justo Arizapana y Guillermo Catacora. César Romero y Ernesto Carrasco. Para Ricardo Uceda y Edmundo Cruz, dos de los periodistas de la revista Sí que investigaron el asesinato de los estudiantes de la universidad La Cantuta, siempre fue un misterio el origen del mapa que los llevó a Cieneguilla, a descubrir los cuerpos semicalcinados de los jóvenes universitarios. Un misterio que creció cuando, al día siguiente que la Revista Sí revelara a la opinión pública la existencia de las fosas clandestinas de Cieneguilla, la policía antidrogas presentó en una conferencia a un célula senderista que tenía el mismo mapa, salvo en el encabezado que era diferente. Edmundo Cruz recibió el mapa del entonces senador Róger Cáceres Velásquez, presidente de la Comisión Parlamentaria que investigaba las actividades del grupo Colina, y se consideraba que ese era el único original. Ante las preguntas del periodista, Cáceres Velásquez siempre dijo que lo recibió en un sobre cerrado de una viejita, a la que no conocía. Ante esta respuesta, la hipótesis que siempre se aceptó es que fue hecho por militares descontentos con el accionar del grupo Colina. El misterio permaneció por muchos años. Sin embargo, la investigación de Ricardo Uceda ha permitido descubrir a los héroes anónimos de esa jornada, y, contra la idea general, no eran militares, ni estaban vinculados a estos. Los que dibujaron el mapa eran dos personas sin mayor fortuna pero con ganas de vivir y una sólida formación social. Uno, es el reciclador de cartones, botellas y plásticos en los basurales de la zona sur de Lima, que responde al nombre de Justo Arizapana Vicente. El otro es el artesano en cachos de toro Guillermo Catacora Arroyo. Ambos se habían conocido cuando formaban parte de las guerrillas del Ejército Popular de Liberación (totalmente distinto de Sendero Luminoso aclara Arizapana), por lo que estuvieron en prisión entre 1976 a 1979. La casualidad y su trabajo de reciclador, su única ocupación luego de salir de prisión, hicieron que Arizapana estuviera durmiendo en la quebrada de Cieneguilla, la madrugada del 25 de abril de 1993, cuando los militares trasladaron los cuerpos calcinados a ese lugar. Los vio y de inmediato pensó que podían ser los cuerpos de los estudiantes de La Cantuta. Entonces buscó a su amigo Catacora y juntos elaboraron el mapa de Cieneguilla. "SOLO CUMPLIMOS CON NUESTRO DEBER" Los militares creían estar solos y no se percataron de que un reciclador de basura los observaba. Justo Arizapana recuerda que no tenía miedo sino la plena seguridad de que debía informar de ese hecho a la opinión pública. El pasado martes, acompañados de Justo Arizapana Vicente y Guillermo Catacora Arroyo, los verdaderos descubridores de las fosas de Cieneguilla retornamos al lugar en el que fueron hallados los restos de los desaparecidos, nueve estudiantes y un profesor de La Cantuta. Así al inicio de la ladera del cerro oeste de la quebrada, entre algunos viejos y sucios trapos, Arizapana hace la primera señal del atardecer: "Yo dormía aquí, sí, aquí era". –¿Y qué pasó? –Eran las dos de la madrugada, yo lo sabía porque a cada rato escuchaba la hora y las noticias, por una radio pequeña. Con esto, yo siempre estaba informado. –¿Recuerdas la fecha? –Era el 25 de abril de 1993. –¿Entonces, qué pasó? –Sentí pasar dos carros. Eran dos camionetas largas, de las del tipo de doble cabina, todas cerradas, y en ellas, varios hombres. Eso me extrañó mucho. Se pasaron de largo, hacia arriba de la quebrada. Luego yo la crucé, casi a rastras y sigilosamente trepé el cerro que tenía en frente. Todo era oscuro. –¿Que hicieron? –Desde arriba los observaba muy bien. Bajaron los tipos, todos estaban con pasamontañas y chompas negras, eran altos. Uno que parecía ser el jefe les señalaba lugares en el cerro y luego bajaron palas y unas cajas. Mientras unos cavaban, otros los alumbraban con linternas. Casi nadie hablaba. Cavaron como una hora y media. Daba la impresión de que tenían todo calculado. EL HALLAZGO DE LAS TUMBAS Luego de que los militares se retiraron, Justo Arizapana esperó que amaneciera para ir a verificar qué habían enterrado esos hombres. Pensó que podía ser armas, drogas o restos de alguna persona asesinada. Al escarbar un poco, logró meter una de sus manos y sacó un hueso, restos de carne humana quemada y cenizas. Arizapana meditó un rato el hallazgo. ¿Qué hacer? Eso debía saberse, de eso estaba seguro, pero tenía dudas de cómo hacerlo. Entonces, recordó a su amigo Guillermo Catacora. Este se mostró incrédulo, por lo que juntos regresaron a Cieneguilla y luego hicieron el mapa. DOS VERSIONES DE UN SOLO MAPA El 12 de julio de 1993, la revista ‘Sí’ publicó la historia de las fosas de Cieneguilla, con un croquis para llegar a ese lugar. Con letra rudimentaria se había escrito "Este plano es para la opinión pública de la desaparición de los alumnos y el profesor de La Cantuta, Aquí están los alumnos enterrados por los militares. Hace un mes que están enterrados, quemados en cajas de cartón. Este es el plano por el cual van a descubrir estas tumbas clandestinas, para mayor evidencia y prueba les enviamos un hueso de la cadera y pedazos de carne humana quemada, que han sido quemados primero en el cuartel. El croquis que presentó la policía tenía una diferencia, estaba dirigido al congresista Róger Caceres Velásquez. Información llega a la oficina de Róger Cáceres y El Diario Guillermo Catacora, que es un viejo político y a la vez un ingenioso artesano, me llevó adonde el congresista Róger Cáceres Velásquez para contarle nuestro testimonio, sobre las fosas de Cieneguilla, recuerda Justo Arizapana. Róger Cáceres les pidió pruebas, por lo que regresaron a su oficina con un croquis y dos huesos en un sobre de manila. "Nuestro siguiente paso fue acudir a los medios, pero nos desanimamos", subraya Arizapana. Guillermo Catacora recuerda que sacaron 10 fotocopias en la tienda de Hans Ibarra para entregar a los diarios de Lima. Ellos no sabían que Ibarra era un agente de Inteligencia que avisó a la Dincote de la existencia de los mapas en Comas. En la misma fotocopiadora, se les acercó Juan Jara Berrospi (enterado por otra persona de la existencia del croquis) y les pidió una copia para publicarla en el vocero senderista El Diario. La policía intervino a Jara y la imprenta senderista, que es lo que se presentó al día siguiente de la publicación de la revista Sí. Mientras, Arizapana esperó en los basurales de Cieneguilla hasta que vio a los periodistas de Sí. "Habíamos cumplido con nuestro deber, acto seguido desaparecimos de escena hasta el día de hoy", subrayan.