Luis Alberto Arias Minaya cuenta con una dilatada carrera en el sector público. Fue jefe de la Superintendencia de Administración Tributaria, director y vicepresidente del Banco Central de Reserva y presidente del Banco de la Nación. Hoy ha dado el paso hacia la militancia política y ocupa la secretaría general del Partido Morado, la agrupación que fundó Julio Guzmán –hoy fuera del país– y a la que pertenece el expresidente de transición Francisco Sagasti. Arias, atento y permanente observador de la situación económica del Perú, muestra su preocupación por lo que denomina una “fiesta de beneficios tributarios” que tiene como epicentro al Poder Legislativo y por la que, advierte, el país deja de recaudar unos 23.000 millones de soles cada año, que equivalen a un 20% del presupuesto nacional de la República y se podrían derivar a urgencias como la lucha contra la pobreza.
—Escribió en X: “Luego de caer más de dos puntos del PBI el año pasado, la recaudación ha continuado cayendo este año. Mientras tanto, el Congreso sigue otorgando exoneraciones tributarias como la reciente disminución del IGV a peluquerías y centros de belleza”. ¿Qué tanto la va a costar al Perú las decisiones que está tomando el Parlamento en materia económica?
—Mucho. Ante todo, debo decir que somos un país con baja recaudación, si nos comparamos con los vecinos. Estamos en el ranking de América Latina en el tercio inferior. Somos un país con un Estado complicado, corrupto, sí. También es uno pequeño, con poca presencia. Hay una fiesta de beneficios tributarios nuevos. Este no es el primero. Antes se redujo la tasa del IGV a 8% para restaurantes y salieron beneficios sobre pagos de utilidades para los sectores textil, construcción.
—También se debatieron beneficios para agroexportadores, ¿cierto?
—Se restituyeron, sí. No es del todo malo, pero que tengan más de treinta años de vigencia no tiene sentido. Lo que dejamos de recaudar por estos beneficios son 23.000 millones de soles al año. Eso es aproximadamente el 20% del presupuesto nacional.
—Una bestialidad de dinero.
—Es demasiado. Cada vez dejamos de recibir recursos que podrían ser destinados a la reducción de la pobreza, de la anemia, de la desnutrición, y preferimos dárselos a los salones de belleza. Este Congreso –y tengo experiencia pública de unos 40 años– es uno de los peores que he visto, si no es el peor.
—¿En lo económico o en general?
—En general: en lo económico, en lo social, en lo político.
—¿Por qué un Congreso busca tantas exoneraciones tributarias?
—Por dos razones. La primera, para buscar reelecciones. La segunda, lobbies. Y no descarto coimas.
—El Pleno del Congreso también aprobó el dictamen que condona deudas no declaradas. La excusa que se ha dado es que se puede ampliar la base tributaria. ¿Es así?
—No. Esta es una burda amnistía. Además, es una burda amnistía legislada por el Congreso. No es una propuesta técnica que venga del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF). Quien está haciendo hoy día la política económica del país es el Congreso, sobre la base de intereses. Hubo una amnistía similar al inicio de la gestión de Pedro Pablo Kuczynski, con resultados malos, y ahora se insiste sobre el tema en un momento en donde este Gobierno prácticamente está de salida…
—Faltan dos años. Tan de salida no está.
—Bueno, es el tramo final. Faltan dos años en el mejor de los casos para los que gobiernan, tal vez sea menos. Sobre lo que quiero insistir es que esta no es una propuesta técnica del Ejecutivo. Es una amnistía aprobada por los congresistas y probablemente para algunos de ellos.
—Si el Congreso desarrolla la política económica, ¿el MEF está pintado?
—Sí. Lamentablemente. No viene solo de hoy. La pérdida de poder del MEF empieza en el 2016 por la propia inestabilidad. Tenemos a seis presidentes en los últimos ocho años, no sé a cuántos ministros de Economía. Quien llega al MEF sabe que su tiempo es corto y por tanto tiene poco poder. Ni qué decir los viceministros o los directores generales. A la vez, el Congreso ha ido ganando fuerza. El Gobierno actual no tiene representación parlamentaria. El propio ministro José Arista reconoció que el Gobierno es débil y luego tuvo que pedir disculpas. Se ha perdido no solo en lo institucional, sino que todo esto ya se ve reflejado en las cifras macroeconómicas. Una de nuestras fortalezas eran las cifras fiscales. Considero que esa fortaleza fiscal ya se ha perdido.
—¿Coincide con Alonso Segura, del Consejo Fiscal, que el plan económico del Gobierno no es claro ni hay consistencia a mediano plazo?
—Sí, pero debo señalar que el Consejo Fiscal fue atacado institucionalmente. No se ratificó a su expresidente, Carlos Oliva, pese a que se solicitó dos veces y la presidenta Boluarte no quiso. Felizmente el diseño del Consejo Fiscal permite a sus miembros elegir a su presidente. Por eso se nombró a alguien de prestigio como Segura, quien, en la línea de su antecesor, ratifica las preocupaciones por la sostenibilidad fiscal.
—¿Es viable la reforma previsional aprobada en el Congreso?
—Se han aprobado cambios puntuales que tienen un costo fiscal importante, que no se ha cuantificado. Lo más grave es que no se ha establecido el financiamiento. Cuando se hace una reforma pensionaria estamos hablando de un mediano y largo plazo con costos fiscales permanentes. Si uno hace una reforma en la que solo se aumentan los gastos , lo que está haciendo es un forado.
¿Es una reforma a favor de las AFP?
—Creo que no. Las AFP tienen mucho por mejorar, pero hay que separar esta crítica, que en su mayoría es válida, del propio sistema de pensiones. En esta reforma no se pretendía eliminar a las AFP, como muchos quieren, dada su baja reputación. Eso posiblemente lleve a la gente a decir que es una reforma a su favor. Creo que es importante remarcar que necesitamos un sistema pensionario financiado. Los peruanos deberíamos acostumbrarnos a ahorrar en cuentas individuales, administradas por las AFP o por el sector público.
—Tampoco sé qué tan conveniente sea que la reforma haya sido aprobada por un Congreso deslegitimado y por solo 38 votos.
—Usted lo ha dicho. Podrá ser una reforma legal, pero carece de legitimidad. Ojalá pueda ser observada por el Ejecutivo.
—¿La Municipalidad de Lima también está perjudicando la caja fiscal? Sigue en una senda de endeudamiento.
—En febrero, cuando empezaba su gestión el actual ministro del MEF, escribí una columna en la que mencioné cuáles iban a ser sus tres “papas calientes”: el bajo crecimiento de la economía, Petroperú y el sobreendeudamiento de la Municipalidad de Lima. Se le está permitiendo emitir bonos por más de cuatro mil millones de soles cuando ni siquiera están los proyectos listos, la tasa es cara y el nivel de ejecución es bajo. Se están comprometiendo...
—¿Futuras gestiones?
—Se están comprometiendo cuatro o cinco futuras gestiones por el tamaño de este endeudamiento.
—¿Los cuatro o cinco siguientes alcaldes de Lima tendrían problemas?
—No van a tener recursos para realizar inversiones. Van a tener que voltear donde el MEF para que les den plata o seguir creciendo la bola de nieve del nivel de endeudamiento.
—¿Por qué cree que se le permite esto al alcalde López Aliaga?
—Es un tema político. Recuerde la debilidad del Gobierno, que no tiene bancada y que necesita del apoyo de los congresistas del partido del alcalde para subsistir. Y el Ejecutivo acepta, sumisamente.
—Ha dado el salto a la militancia política y ahora es el secretario general del Partido Morado (PM). ¿Tiene futuro o está condenado a la desaparición?
—La militancia política de los ciudadanos es importante.
—Eso no lo cuestiono.
—No, está bien. Cuando hice mi maestría en Londres hace 40 años, todos mis profesores de la London School of Economics militaban en partidos. Lo sabíamos y eso no comprometía su cátedra. Tengo vocación por la política desde la universidad, he tenido participaciones en planes de gobierno con Alberto Andrade y Ollanta Humala. Esta vez decidí militar porque es una responsabilidad como peruano que, habiendo sido becado por el Banco Central para estudiar…
—¿Se lo devuelva de alguna forma al país?
—Así es. Trabajé en gestión pública y entiendo que para seguir aportando debo hacerlo ahora desde una tienda política. Con el PM tengo afinidad. Tenemos que preservar lo bueno para el crecimiento, pero al modelo económico le ha faltado la sensibilidad social. No puede ser que un país que ha sido la estrella de América Latina en crecimiento, en reservas, no haya podido resolver problemas básicos como la anemia, la desnutrición, el sistema de salud.
—¿Nos dejamos marear por las cifras macro y no invertimos en la gente?
—Los ministros de Economía, que hicieron un excelente trabajo, miraron solo la parte macroeconómica y no se miró cómo mejorar servicios como salud, educación, seguridad ciudadana. No quiero correrme a su pregunta. El PM es relativamente nuevo y ha tenido la posibilidad de tener un presidente como Francisco Sagasti, el único no acusado por corrupción.
—Valentín Paniagua tampoco.
—Presidente vivo, quise decir. Apuesto por el fortalecimiento del PM, que no está vinculado con la mafia.
—¿Le molesta que les digan tibios?
—No, no me molesta, es un adjetivo propio de la contienda política y los adversarios van a buscar golpearte. Prefiero que me golpeen por tibio que por corrupto o por mafioso. El expresidente Sagasti decía que somos caviares, pero no somos choros. No me molesta.
—Hay un alto número de partidos inscritos. ¿Sería posible un entendimiento entre fuerzas políticas? En este país pareciera que la gente se mira en el espejo y exclama: “voy a ser presidente”.
—Es esencial un entendimiento. Estamos trabajando por eso, buscando acercamientos, aunque es verdad que todos creemos que podemos llegar a ser presidentes, todos creemos que podemos liderar a ese frente único. Hace falta mucho desprendimiento y realismo. La fragmentación ha aumentado, el voto se va a dispersar enormemente y el resultado puede ser cualquier cosa. Un partido con un dígito de votos podría pasar a segunda vuelta, lo cual es muy preocupante.
—Y lo cual desincentiva la búsqueda de consensos.
—Correcto. En la fragmentación, en el enanismo…
—Cualquiera se siente grande.
—Así es. Lo más grave es que, siendo eso lo más probable, vamos a repetir lo de los últimos años: un Gobierno con bajo nivel de aceptación en primera vuelta, con una representación parlamentaria sin mayorías. Eso pone en riesgo la gobernabilidad.
Luis Alberto Arias fue director del Banco Central de Reserva entre los años 2011 y 2016.
En el año 2018, fue nombrado presidente del Banco de la Nación. Tiene una maestría en la London School of Economics.