Escribe: Andrea Marcela Ricalde Monroy
Hemos sido testigos de la ardua lucha de la mujer peruana que emprendió la búsqueda del reconocimiento, de la conquista y reivindicación de los derechos individuales y colectivos que le fueron cercenados desde siempre. La inclusión de la mujer en política se inicia con el ejercicio del voto femenino en las elecciones generales de 1956, en la que se eligieron nueve representantes mujeres: una senadora y ocho diputadas de diferentes circunscripciones del país.
Actualmente, la Constitución Política del Perú establece el derecho a la representación política de las mujeres y a la participación en forma individual o asociada en los asuntos públicos, en la vida política, económica, social y cultural de la Nación.
Después del tiempo transcurrido, desde la primera participación y el impulso de sus propuestas en los niveles de gobierno, aún es minoritaria la participación femenina en el ámbito político, lo que evidencia la desigualdad entre mujeres y varones en el ejercicio y participación política. El Estado peruano, acorde con el concepto de igualdad material, adoptó transitoriamente una serie de medidas ancladas en el marco jurídico internacional.
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El pasado 25 de junio, el pleno del Congreso aprobó la Ley que establece la paridad y alternancia en las listas de candidatos en las elecciones del país, motivado por el principio de igualdad ante la ley, la necesidad de generar mayores oportunidades al acceso de las mujeres a las elecciones populares, además de que una mayor presencia de las mujeres en cargos políticos permitirá la necesaria creación de mejores leyes y políticas públicas destinadas a la problemática que viven mujeres y niños.
Pero, ¿será realmente la paridad y alternancia la solución a la falta de representatividad y escasa participación de las mujeres en política?
Cuando hablamos de mujeres y política recordamos los rostros de mujeres políticas peruanas que han sido portadas de diarios y tema de noticiarios a nivel mundial por sus cantinflescos, corruptos y antidemocráticos actos. Tal es así que conforme las recientes encuestas de Datum International dan cuenta de los políticos y autoridades que son percibidos como los más corruptos del país. La ex candidata y lideresa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, encabeza la lista con un 29 %, seguida por Alan Garcia (17%) y César Hinostroza (11%). Fujimoir es una figura femenina que desde muy joven estuvo en el ámbito político del país (primera dama, congresista de la República, ex candidata a la presidencia de la República) que actualmente es investigada por lavado de activos en su forma agravada, asociación ilícita para delinquir, organización criminal, falsa declaración en procedimiento administrativo, falsedad genérica, y otros.
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No podemos olvidar también a mujeres como Nadine Heredia, quien ejerció como primera dama durante la gestión presidencial de su esposo Ollanta Humala, entre 2011 y 2016. Cofundadora y ejerció el cargo de presidenta del Partido Nacionalista Peruano. Es recordada por “Las agendas de Nadine” y es investigada por delitos de asociación ilícita para delinquir, colusión agravada por el caso Gasoducto Sur Peruano, lavado de activos, entre otros. En igual línea está Eliane Karp, quien ejerció como primera dama durante la gestión presidencial de su esposo Alejandro Toledo, entre 2001 y 2006. También está siendo investigada por el presunto delito de lavado de activos en el caso Ecoteva.
Así también, en el último periodo del Parlamento, hemos sido espectadores de una serie de eventos que han conllevado, después de 27 años, a una disolución del Congreso por disputas de poder entre el Ejecutivo y el Legislativo, en el que han tenido mayor protagonismo mujeres del partido político Fuerza Popular, que representaba el 70% del total de mujeres en el Congreso. Ellas han sido las principales opositoras de la implementación de políticas públicas con perspectiva de género.
Todo ello ha provocando la destrucción de la imagen política de las mujeres y la indignación de miles de peruanos que actualmente desconfían, rechazan y repudian las estructuras de gobierno.
Otro de los puntos que se debe poner en el foco de la discusión es el sufragio femenino. En el Perú, el 50% de población son mujeres, entonces ¿por qué las mujeres no votan por mujeres? Probablemente se debe a una cuestión cultural, hegemonía patriarcal, que las mujeres aún sufren desventajas económicas y sociales relevantes frente a los varones, preferirán inclinarse por opciones que defiendan los intereses o simplemente porque no se sienten representadas por esas “líderes políticas” narradas líneas arriba. Será uno de los principales cuestionamientos que se deben revisar con mayor profundidad.
Los partidos políticos son, efectivamente, la puerta de ingreso a la participación política de las mujeres. En las organizaciones políticas se establecen las listas de candidatos con la capacidad y la responsabilidad de gestar y potenciar a los futuros líderes. Si bien la paridad y alternancia posibilitará la incorporación de la mujer en el ámbito político, no garantizará su efectividad ni la representatividad que se busca, ni mucho menos solucionará su baja participación. Desde una perspectiva de género se debe priorizar que a las elecciones vayan los mejores candidatos y la búsqueda de un cambio en la cultura sufragista femenina. Necesitamos mujeres preparadas académica y políticamente, que se sientan con la responsabilidad de resolver problemas de quienes más lo necesitan, mujeres empáticas y decididas, pero sobre todo transparentes.