Una de las cosas que Durand pone en claro es que las contrapartes locales no se limitan a ser una constelación de coimeros o beneficiarios individuales.,Odebrecht, la empresa que capturaba gobiernos (Lima, PUCP-Oxfam) de Francisco Durand es una notable exploración académica de la vida y milagros de la gigantesca constructora brasileña. El propósito es revelar al detalle un modus operandi corruptivo a escala mundial, con el acento en América Latina y el foco puesto en el caso peruano. En el fondo es una historia de éxito, que cubre casi un siglo de expansión en la ingeniería, y que a partir de un momento se convierte en un verdadero diablo con el cual pactar. Esto ocurre cuando la familia propietaria decide que la corrupción de funcionarios es lo que le dará el margen de ventaja sobre sus competidores. La oferta era irresistible: ingeniería de nivel mundial, experiencia en grandes proyectos, enormes recursos financieros, y un sistema de sobornos que parecía capaz de mantenerse indefinidamente secreto. El libro transmite la sensación de que los protocolos del acuerdo por lo bajo fueron una verdadera industria. Durand va más allá, hacia una hipótesis sobre las relaciones Estado-Odebrecht como un modelo que solo se puede llamar geopolítico, con la expansión de las constructoras brasileñas produciéndose a expensas de la autonomía de los gobiernos contactados. En otras palabras, coimas y donativos produjeron enormes sobreganancias a expensas de los fiscos. En más de un sentido, el autor ve en la conducta de Odebrecht una imagen del futuro: la captura del Estado como “un pernicioso juego de poder contemporáneo”, que ignora las barreras entre democracia y dictadura, y en esa medida debilita la diferencia entre ellas. Viene implícito que cada vez más grandes empresas tomarán ese mismo camino. En cuanto al detalle y el significado de la operación de Odebrecht en el Perú, el propósito del libro no es hacer revelaciones inéditas, sino ordenar cuidadosamente el terreno de lo ya conocido. Pero es obvio que el acopio de datos aporta una nueva imagen más estructurada (por decirlo de alguna manera) de Odebrecht. Una de las cosas que Durand pone en claro es que las contrapartes locales no se limitan a ser una constelación de coimeros o beneficiarios individuales, sino que constituyen, sin saberlo, algo así como nuevas formas estatal-empresariales, ancladas en una nueva cultura política en desarrollo. Una captura en todo el sentido de la palabra.