La mala noticia es que la corrupción está aumentando su coeficiente de desfachatez.,Hace algunos años, durante un almuerzo campestre, uno de los invitados alzó la voz para anunciar que tenía dos noticias. Como es usual, una era buena y la otra mala. “La mala, dijo, es que el trago se está acabando”. Estratégicamente dejó la nueva alentadora para el final: “La buena es que los borrachos están aumentando”. Si hacemos la analogía entre esta anécdota etílica y la ya célebre frase de la Señora K –“Hay que entender las mentiras en su propio (sic) contexto”-, podemos sacar en claro un par de lecciones. Puede que no nos sirvan para solucionar el grave atolladero institucional en el que nos encontramos; sin embargo, es probable que, siguiendo el método freudiano de las asociaciones libres, nos lleve a alguna parte menos desalentadora que esta. A estas alturas, incluso para los que no sabemos un ápice de derecho constitucional, es evidente que el referéndum no es la panacea que nos va a salvar de sofocarnos en las miasmas de la corrupción. No obstante, esa propuesta se ha convertido en el símbolo de la lucha contra las bandas que pululan en nuestro contrato social. Desde “Las Castañuelas del Rich Port” (quien inventó ese nombre podría haber trabajado haciendo titulares en el entrañable diario Última Hora) hasta “Los Cuellos Blancos del Puerto”. Pero también, contra sus poderosos aliados en el Congreso de la República. No en balde es en ese antro, perdón, recinto, donde se ha “extraviado” la propuesta presidencial. En realidad, ni siquiera la salida de Chávarry, el fiscal ad hoc de los corruptos del puerto y los pasos perdidos, solucionaría la crisis. Ninguna de las dos medidas va a transformar un sistema corrupto en el que vivimos hace siglos. Puede, incluso, que sean solo paliativos, por no decir placebos para la septicemia que nos corroe. Pero los símbolos, como bien lo sabía el ingenioso ebrio del almuerzo citado, tienen un poder que no debe ser subestimado. La mala noticia es que la corrupción está aumentando su coeficiente de desfachatez. Rosa María Bartra acaba de exculpar a Alan García por 13 adendas –cabalísticamente denunciadas en Hildebrandt en sus 13- que aumentaron exponencialmente una factura de Odebrecht. Con lo que la congresista encubridora no contaba, es que los asesores que emitieron el informe que lo revelaba no le aguantaran la burda maniobra. Fue así que la alteración del documento salió a la luz pública. Chávarry trabaja de manera desvergonzada para Fuerza Popular. Siguiendo la metodología de las bandas del Callao, da curso inmediato a lo que pide el fujialanismo, entierra cualquier medida para erradicar la corrupción del MP o el PJ. La buena noticia es que, como a fines de los 90, hay un efecto de saturación y, a la par, comprensión del vínculo entre corrupción y dificultades de vida, entre una mayoría de peruanos. Tanto la Red Cívica por el Referéndum como la Gran Marcha Nacional convocada por muchas organizaciones sociales, nos indican que “los borrachos están aumentando”. Todavía estamos a tiempo de rescatar el almuerzo.