Quemando naves

Fracasan las ofensivas de Keiko Fujimori contra el Gobierno. ,Los dos últimos ataques de la cúpula fujimorista contra el presidente Martín Vizcarra han fracasado. Si el video de Keiko Fujimori intentaba polarizar el país y sacar a Fuerza Popular del atolladero, aislada en las encuestas, las entrevistas de las últimas horas pretendían quitarle legitimidad a Vizcarra. Ambas embestidas no han logrado sus objetivos. La revelación de Fujimori sobre dos reuniones con Vizcarra, que ella mantuvo ocultas y que él negó, tenía como propósito descalificar al presidente y compararlo con el fiscal de la Nación, Gonzalo Chávarry, acusado de mentir reiteradamente sobre sus reuniones con periodistas, sus vínculos con el cuestionado vocal César Hinostroza y la obtención de su grado académico. La descalificación y comparación no son, obviamente, gratuitas: van de la mano con la defensa de Chávarry, al que Fujimori encubre y defiende directamente e intenta cambiar de foco sobre el tema de fondo, es decir, la abierta oposición de Fuerza Popular a las reformas de la justicia y del sistema político y a la acusación constitucional de Chávarry y sus socios en el sistema de justicia. Es cierto que Vizcarra hizo mal en mantener en secreto la reunión con Keiko, y es probable que su credibilidad sufra por ello algún daño. La lección que se supone extraerá de este episodio no será no reunirse con líderes políticos –algo deseable y necesario en un régimen democrático– sino hacerlo en secreto. Los entretelones de estos encuentros, sin embargo, han explotado en las manos del fujimorismo. Por un lado, Vizcarra ha sostenido que fue Fujimori quien solicitó que las citas se mantengan en reserva y que en una de ellas pidió el cambio de la ministra de Salud porque cuestionaba su desempeño en el tema del etiquetado de alimentos. Las revelaciones dejan mal parada a Fujimori. La primera apreciación confirma su condición de política ladina y de doble faz, capaz de traicionar a quienes se relacionan con ella, documentando otras versiones que la hacen una persona nada confiable, incluso para sus colaboradores cercanos. Otra apreciación se refiere a los intereses que defiende y lo que es capaz de hacer por ellos. Su opinión sobre las mentiras, argumentando que dependen del contexto en que se realizan, es lamentable y peligrosa. Si la lideresa del primer partido de la oposición relativiza una mentira en función de quién la dice y cómo la dice, solo para defender a un funcionario cuestionado como Chávarry, estamos frente a una grave alteración de las prioridades éticas de alguien dedicado a la cosa pública. Finalmente, Fujimori ha demostrado su falta de escrúpulos en la representación de sus electores. Su empeño en forzar la salida de la ministra de Salud, debido a la posición de esta en relación con el etiquetado de alimentos, la desnuda como una dirigente alineada con los lobbies industriales y contra los consumidores. Ahora se entiende el proceder de su bancada que, contra viento y marea, intentó –y aún intenta– derribar las políticas públicas que están a favor de una alimentación saludable.