Pequeñas mentiras repetidas varias veces pueden llegar a construir una gran farsa que termine siendo aceptada como verdad.,Pequeñas mentiras repetidas varias veces pueden llegar a construir una gran farsa que termine siendo aceptada como verdad. Así es como desde siempre se ha buscado rescribir la historia y el presente, sembrando narrativas que se abren camino a la fuerza hasta lograr influir en las formas como la sociedad interpreta la realidad. Eso es lo que vienen haciendo insistentemente los sectores más conservadores en el Perú. Hace unos años intentaron instaurar el cuento de la “ideología de género”, primero por el matrimonio igualitario y luego por el nuevo enfoque en el currículo escolar. Como estrategia, no dudan de tildar de terruco a quien piense distinto, sin medir el daño que significa relativizar de esa forma un término que debería estar reservado para quienes trajeron verdadero terror al Perú. Ahora la nueva víctima es la Corte Interamericana de Derechos Humanos, a la que tachan de “derechohumanista” (como si fuese algo malo) y “proterrorista”. Resulta evidente que el conservadurismo alineado con la derecha dura local no va a parar hasta imponer una agenda que responda a sus intereses que son, sobre todo, políticos. Esta es una embestida que se expande gracias a las redes que han logrado construir en las calles y en los poderes del Estado. Líderes de opinión normalmente bien informados también se están dejando influenciar. El caso de la Corte IDH es terrible: niegan las competencias que el mismo Estado peruano le dio a este fuero cuarenta años atrás, despedazando sin problemas la institucionalidad y los compromisos asumidos. En ese contexto, no dudan en usar el peligroso pedido de pena de muerte para echar más leña al fuego que busca dejar a los peruanos sin protección internacional. La alerta está sonando. Quienes apostamos por los derechos humanos, la libertad y la institucionalidad tenemos que hacer frente a esta ofensiva.