Sin vacancia, con indulto y una presidencia más débil.,Están pasando demasiadas cosas raras/Para que todo pueda seguir tan normal/Desconfío de tu cara de informado/Y de tu instinto de supervivencia... Charly García. El fracaso del golpe fujiaprista para vacar a Pedro Pablo Kuczynski gracias a una negociación con Kenji Fujimori con el fin de salvarlo a cambio del indulto a su padre, significa pasar de una gran crisis política a otra peor, y una reconfiguración política profunda que no se detendrá en 2018 y cuyo desenlace es muy incierto. Kuczynski fue el gran perdedor porque su presidencia está hoy más debilitada que antes de la vacancia por un indulto que no limpia a Alberto Fujimori de la sentencia de ladrón y asesino establecida en un juicio impecable, pero que sí le otorga la libertad que tanto buscó a través de su hijo Kenji y contra la voluntad de Keiko. El indulto deja dañado a PPK por las dudas sobre su legalidad y porque mintió sobre la negociación bajo la mesa para evadir la vacancia. Si hubiera querido indultarlo, pese a lo anterior, debió ofrecer un discurso al país, antes de firmarlo, que, al menos, hable de crímenes y delitos en vez de “excesos y errores” y con solidaridad por los familiares de las víctimas por las que Fujimori fue condenado, en vez del penoso mensaje de anoche que lo proyecta como un derrotado que busca salvar la vacancia. PPK queda con un gobierno partido, con funcionarios que se irán porque se sienten engañados, y con una bancada parlamentaria más pequeña. FP y el Apra igual lo van a querer liquidar después del indulto, y ahora tendrán la colaboración de la izquierda, tanto de la mercachifle del Frente Amplio que negocia lo que sea sin principios, como la de Nuevo Perú cuya ingenuidad es asombrosa porque, al final de la votación del jueves a la medianoche, con Kenji llorando en medio del hemiciclo, ya era obvio lo que se había negociado. Kenji es, en cambio, el gran ganador pues usó la oportunidad precisa para concretar su único objetivo personal/político, y salió del trance con bancada propia que salió del clóset. Su hermana Keiko, en cambio, es otra gran derrotada: perdió la mayoría del congreso; quiso la vacancia y fracasó; se opuso al indulto y perdió; insultó a su padre y a su hermano con sus mastines y luego quiso subirse al carro ganador de Kenji. Como estratega política, ella es un desastre. Se pasó de una crisis política a otra peor, con un desenlace incierto donde las cosas empeorarán antes de mejorar, y con el aumento del riesgo de un final adelantado de la presidencia de Kuczynski, en un país cada vez más enredado, enardecido y dividido.