El panorama de los comicios regionales y municipales tiene aspectos predecibles. El más saltante: candidatos poco conocidos o desconocidos, probablemente sin experiencia administrativa. Además los líos de la capital les pueden quitar mucha viada a los principales partidos nacionales. Esto último por su descrédito, y por tener la atención puesta en otra parte. La idea que muchos gobernadores o alcaldes con buenas gestiones van a poder promover a su antiguo cargo a políticos que continúen sus gestiones es optimista. La mente de un político no siempre funciona así, y la de los noveleros y fragmentados votantes tampoco. Y aun si la posta se logrará, ella tendría mucho de nuevo comienzo. Los políticos que fueron efectivamente populares, por su eficacia o por su muñeca política, no van a ser fácilmente jubilados. No es descartable que esas figuras inopinadamente puestas de lado por la ley pasen a ser una presencia polémica, y muy informada, en la política local, lo cual no facilitaría las nuevas gestiones. Con la cantidad de funcionarios regionales o municipales que hay implicados en casos de tipo penal, toda nueva cantidad desconocida en esa política electoral puede ser un peligro. A esto se puede añadir las ansias de retorno de muchas figuras que hicieron una mala gestión y que confían, con cierta razón, en una amnesia del respetable. Pero el problema central son las escobitas nuevas, en circunscripciones donde no hay una abundancia de burocracias eficaces. Muchos de los próximos gobiernos no solo llegarán al partidor con cánones disminuidos, sino además con poca capacidad de ejecutar el gasto. Lo cual pronto se reflejará en las cifras de la inversión pública en todo el país. Nada de esto significa que las élites provinciales sean incapaces de aprender. De hecho han demostrado esa capacidad, medida en la capacidad de ejecución, en repetidas ocasiones. Pero los recursos son más limitados que los de la capital, y en ese contexto la continuidad tiene un valor adicional, pues permite una acumulación de capacidades. Luego están los aspectos impredecibles de este panorama. Por ejemplo que a partir de la crisis de imagen corrupta de los partidos las candidaturas radicales exitosas, tradicionalmente no más de una o dos, se multipliquen hasta conformar una nueva situación, más complicada que la actual.