
El inexorable calendario electoral avanza cerrando una nueva etapa. Se ha vencido el plazo para que los partidos inscriban sus listas de postulantes a los cargos de presidente, vicepresidentes, diputados, senadores y parlamentarios andinos. Estas listas serán sometidas a elección interna, donde solo participan militantes de cada partido.
Si algo caracteriza a la mayoría de los partidos es que se trata de listas únicas (o casi únicas, ya que a veces se presenta más de un candidato presidencial para simular competencia) y que en muy pocos casos la militancia votará directamente. La mayoría de los partidos harán elecciones por delegados, los cuales son controlados por la cúpula fundadora/propietaria de la agrupación política. Así que la diferencia entre lo inscrito hasta el viernes y lo que finalmente llegue a la cédula electoral puede ser mínima, en la mayoría de los casos. Añádase que cada lista parlamentaria tiene en reserva un 20% de puestos para “designación directa” del candidato presidencial o del que hace las veces de dueño del partido, sino es el mismo. Los puestos reservados son, por supuesto, los mejores posibles.
Así las cosas, y con 37 posibles candidaturas presidenciales ya se puede vislumbrar algunas características de la oferta electoral en el caso de los partidos que hoy ocupan el poder de facto. Como todos sabemos, “el encargado” Jerí y el otro encargado Rospigliosi no son sino fachadas de un poder real que se reparte en el Congreso. Las familias que desde el 2021 (y mucho antes) gobiernan, lo hacen por la fuerza que les ha dado desaparecer la institución de la presidencia desde que Kuczynski fue forzado a renunciar.
Sin embargo, hoy un congreso, con 5% de aceptación, que se ha deshecho de Dina Boluarte, ya no tiene a quien echarle la culpa. Mal con ella (tenían que responder por su permanencia durante las elecciones) pero ahora, peor sin ella. ¿A quien va a culpar el elector de este desastre que se manifiesta brutalmente en la inseguridad ciudadana e incertidumbre económica? Al Congreso y con pruebas. Ahí están las leyes pro-crimen y ahí está el dispendio fiscal como los mejores monumentos al autoritarismo y prepotencia que el país ha sufrido. Ahí esta la Constitución parchada, mutilada y malinterpretada en los últimos tres años, para darles todo el poder que le arrebataron al pueblo, desoyendo hasta el mismo referéndum que prohibió la reelección parlamentaria y el retorno de la bicameralidad.
Un problema político como el que enfrenta Fuerza Popular, APP, Renovación Popular, Avanza País, Podemos, desde el mercantilismo de derechas y Perú Libre, desde el mercantilismo de izquierda, requería, en un análisis mínimo, prometer al electorado ruptura y cambio. Sacar a patadas a Boluarte era parte de ese rompimiento, pero viendo las listas presentadas este viernes, lo que prometen los partidos en el poder es una sola cosa: más de lo mismo. Todo será exactamente igual. Veamos algunos ejemplos.
Fuerza Popular postulará a 19 de sus actuales congresistas a la reelección al Senado. Con eso, nada más, ya llenó casi un tercio de los espacios posibles. El resto son excongresistas que regresan de los nefastos congresos del 2016 y del 2020. ¿Novedad, ruptura, juventud, propósito de enmienda? Cero. Keiko Fujimori no lo pensó más y siendo la dueña del circo, va por el premio mayor que le ha sido esquivo tres veces y cuya desgracia es causa de la más espantosa inestabilidad y obstruccionismo político que el Perú haya sufrido este siglo: la anarquía presidencial. Su único gesto de cambio es no ir ni al CADE, ni al Senado. Dice que no quiere premios consuelo. Pero, con eso, no basta. Tampoco con un incoherente mensaje de mano dura si sus congresistas votaron por todas las leyes pro crimen. Menos con unos espantosos videos (felizmente para ella con poca audiencia) donde pretende actuar como lo que no es y la falsedad desborda la pantalla.
En APP también se apuesta por más de lo mismo y con más entusiasmo. ¿Quién va de vicepresidente de César Acuña? Alejandro Soto, expresidente del Congreso, que tenía su portátil de trolls en la oficina parlamentaria, que jamás dio una entrevista y que contrató a la hermana de la madre de su hijo porque “no era su cuñada”. El mismo que será recordado por la Ley Soto, una de las primeras leyes pro crimen (de la cual él mismo se benefició) que reduce los plazos de prescripción del delito, en beneficio del delincuente. Soto, como vicepresidente, tiene el exacto perfil de lo que ofrecen los Acuña.
En Renovación Popular, López Aliaga entre balbuceos no puede explicar sus profundas incoherencias. ¿Desprecia un Senado al que postula y que su bancada (que también va casi completa a la reelección) creó con sus votos? El elector no es un cretino para que lo traten como tal. Renovación Popular no puede creer que su cuento de “oposición” tiene alguna credibilidad si ha cogobernado con este Congreso para sostener a Dina Boluarte hasta el último minuto. Es parte del mismo pacto. Balbucear sandeces no cambia la realidad.
La pregunta es ¿por qué cometer un error político tan obvio? Fujimori, Acuña, López Aliaga, Luna, o Cerrón son propietarios visibles. Partidos de caudillo que no pueden cambiar a sus líderes. Teniendo ese pesado candado encima. ¿No debieron entonces modificar radicalmente sus entornos? Juventud, ruptura, tal vez tecnocracia de calidad, eran mucho mejores parámetros para enfrentar una elección donde ellos mismos trazaron la cancha de la fragmentación del voto. Fujimori tenía la oportunidad de distinguirse cortando con el Congreso porque es la única líder del pacto de facto que no ha tenido función pública. Pero no vio la jugada y cargo con la bancada entera.
¿Qué va a pasar con los partidos del pacto en una elección hiperfragmentada al eliminar, ellos mismos, las PASO? Ellos confían en la amnesia popular y en la recordación de sus símbolos y líderes. Apuestan a pasar la valla, siendo pocos los que la pasen con mínimos porcentuales y entre estos, viejos conocidos, repartirse el Congreso como lo hacen hoy y expectorar a cualquiera que sea un presidente de su desagrado (no importa si es de derecha como Kuczynski o es de izquierda como Castillo) así sean tres o cuatro, otra vez, los que ocupen la presidencia, un quinquenio más.
Sin embargo, viendo la aceptación bajísima de sus candidatos presidenciales, y extrapolando ésta a la votación del Congreso, existe la posibilidad nada remota que sean sepultados electoralmente, sin pasar siquiera la valla en justo castigo por su soberbia. ¿Quién llenará el vació? Candidatos nuevos. Si algo ayudó a Pedro Castillo para labrarse una imagen de honradez, el 2021 fue que nadie lo conocía. Ese fue su mérito, no el de Cerrón, que en el 2020 no logró pasar el 5%.
Sino se resuelve en un nuevo Congreso, con otros actores, el problema de la inestabilidad presidencial, iremos a un conflicto interno o a una asamblea constituyente. Antes que eso, mejor votar por otros para que compongan el desastre. Por eso, una vez más: #PorEstosNo

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