
El concepto de “esquizogénesis” fue acuñado por el antropólogo Gregory Bateson. Su idea, proveniente del estudio de la cultura latmul en Nueva Guinea, es que las divisiones o diferencias entre individuos, grupos o culturas tienden a aumentar o profundizarse a través de la interacción recíproca. Esta dinámica funciona, sin embargo, en la medida en que haya estabilidad en el seno de esa interacción. El antropólogo David Graeber y el arqueólogo David Wengrow publicaron un libro titulado El amanecer de todo: Una nueva historia de la humanidad, en el que polemizan con autores tales como Harari y Diamond. Ellos recuperan el concepto de Bateson y le dan una vuelta de tuerca. Su punto de partida es que los grupos humanos son más flexibles y capaces de elegir de lo que se piensa habitualmente. Por lo tanto, no se limitan a reproducir ineluctablemente los antagonismos de Bateson, sino que son capaces de organizarse de manera consciente.
Sin embargo, lo que sí rescatan es la propuesta de que, si se llega a un punto de inestabilidad insostenible, el sistema se erosiona y puede colapsar. Lo interesante de la teoría de Bateson es que puede utilizarse en psicopatología, dinámica de grupos o en la propia política.
En el terreno que me resulta más familiar, el de la interacción entre individuos, una madre que se contradice de manera sistemática en el vínculo con su criatura lo puede llevar a desarrollar una personalidad gravemente escindida. Un ejemplo clásico es el de castigar al niño o niña haciendo precisamente lo que está sancionando: “¡NO GRITES A TU HERMANITO!”. Lo mismo puede verificarse en lo que respecta al uso de la violencia física o moral. Los hijos, como se sabe, registran los actos mucho más que los discursos. El caso extremo de esta patología es lo que se denomina esquizofrenia (alma quebrada, en griego).
Saltemos el caso de los grupos pequeños y vayamos al de la política. Los partidos políticos —por llamarlos de alguna manera— en el poder en el Perú no cesan de enviar mensajes contradictorios con lo que todos vemos. Pretenden defender la democracia y no cesan de escindirla, agrietarla, debilitarla, con leyes que favorecen la criminalidad. En paralelo, intentan imponer una lectura entre grupos patriotas (ellos) y enemigos de la patria: los elusivos caviares, los abominables terrucos. A pesar de que las encuestas demuestran, una y otra vez, el repudio de la gente hacia estas personas y sus organizaciones, es innegable que algo de esta insistente letanía permea las mentes de las mayorías.
No importa que Gorriti sea reconocido internacionalmente como héroe mundial de la libertad de prensa “por su excepcional valentía y resistencia en la lucha por la libertad de prensa”. Junto a él, el reconocimiento se lo han otorgado a otros seis periodistas de Georgia, Gaza, Estados Unidos, Ucrania, Etiopía y Hong Kong. Los países de los galardonados me eximen de mayor aclaración. Asimismo, le otorgaron, junto a la mexicana Carmen Aristegui, el premio Legado al Periodismo. Pero los integrantes del Pacto de Gobierno insisten en ubicarlo como el mastermind de la conspiración caviar. Su insistencia en instalar en la percepción ciudadana la existencia de un complot contra el país es cada día más obviamente una proyección de lo que ellos están haciendo: apropiarse del Estado y sus instituciones fundamentales, como lo haría cualquier dictadura. Solo que, en consonancia con nuestra historia reciente, no de una manera abrupta, como los tradicionales golpes de Estado militares, sino progresiva, asolapada.
El problema es que, hablando de mentes geniales, eso no es lo que abunda entre los integrantes de ese pacto corrupto. Por eso tuvieron que ceder a la “reina” Boluarte, a quien la dejaron irse con sus joyas pero sin garantizarle que la guillotina no la está aguardando. En su lugar pusieron a un “rey” que, como en el ajedrez, existe solo mientras lo necesiten y toleren sus patrones. Por eso son tan patéticas sus imitaciones de Bukele, apareciendo en las cárceles abarrotadas de detenidos que no pertenecen a pandillas como las Maras, ni han sido encarcelados por su “gobierno”. Jerí es un gatito de papel, solo que arrastra denuncias por violación. Es humilde con los poderosos y poderoso con los débiles.
Ahora retornemos a la esquizogénesis. La narrativa entre caviares (blancos) y terrucos (cholos) contra patriotas se tensa cada día más. La reciente conferencia de prensa del Consejo Fiscal, en donde personas que casi nunca están de acuerdo en todo hablaron al unísono, ha sido lapidaria. Al paso que vamos, con esas leyes no solo pro crimen organizado sino cada vez más de carácter económico, vamos directo a una hiperinflación como la del primer gobierno de García. Esto es una clarinada de alerta dirigida principalmente a los grandes grupos económicos del país. Estos han actuado hasta ahora con la teoría de que, mientras no se toquen las bases de la economía, con la garantía del BCRP, el país de las extorsiones y la miseria material y moral no los afecta.
Pero la exposición del Consejo Fiscal debería no solo sacarlos de su indiferencia y negación de la realidad. Es un aviso de que sus negocios entran en un periodo de alto riesgo, pese a que los precios de los metales están por las nubes. Veremos si el CADE refleja alguna reacción de estos grupos o, por el contrario, continúan haciendo la vista gorda ante la catástrofe que se avecina.
Si se perpetúa esta inercia, solo quedará la respuesta ciudadana. Por eso, la consigna #PorEstosNo es esencial en el voto que se avecina. Ninguno de estos partidos debería pasar la valla.

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