Cada tanto, el ministro del Interior, Juan José Santiváñez, sale a recordarle a la ciudadanía que la culpa de las fugas de políticos oficialistas (Nicolás Boluarte, Cerrón) es de la PNP, que los busca y que no es capaz de encontrarlos. Para cada problema, Santiváñez tiene una manera de lavarse las manos. En lo de las fugas, nos dice que no es su gestión, sino el nivel de la policía.
Sin embargo, el problema no parece de eficiencia policial, sino de voluntad política. Dina Boluarte no quiere ver a su hermano ni a su socio político presos. Pues hay muchas potenciales prisiones que pueden ser vistas como antesala de la que podría tocarle a ella.
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En el caso de la explosión de las extorsiones en estas semanas y de los actos de violencia criminal que las acompañan, la respuesta de Santiváñez es que esos son problemas que vienen de atrás. Es decir, otra vez, la culpa no es suya. Que vaya a explicárselo a los transportistas, que anuncian para febrero nuevos paros en protesta por la criminalidad.
Es cierto que ya había un problema de crimen violento cuando Santiváñez llegó, en mayo del año pasado. Pero no tenía las dimensiones que ha cobrado en estos últimos ocho meses. La solución del ministro fue el estado de emergencia, al grado que ofreció su renuncia si la fórmula no funcionaba. No funcionó, pero el ministro aún no se da por aludido.
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Lo de la extorsión es un asunto muy serio, pues el Perú ha incubado un modelo de negocio criminal que viene siendo replicado por todo el sector privado, con un mínimo de consecuencias. Algo así como una rentabilidad limpia. La oferta de renuncia implicaba que hampa organizada y gobierno no podían coexistir. No es lo que se está viendo ahora.
En el caso de Vladimir Cerrón, se ha lanzado desde Corpac una recompensa de medio millón de soles por el dato clave para la captura, pero no ha funcionado. Suponemos que ese dinero viene incluido en la nueva capacidad de los efectivos policiales para cobrar recompensas por capturas. Nos atrevemos a pronosticar que nada cambiará con eso.
No estamos sugiriendo que cambien al ministro. Da lo mismo. Pues si Palacio no quiere una captura, ni Sherlock Holmes podrá encontrar al hermano o al socio. Lo que no nos gusta es que Santiváñez crea que el país se chupa el dedo, chico.