El Perú quedó fascinado con lo que ocurría ante sus ojos la semana pasada con la inauguración del puerto de Chancay. Un extraordinario progreso en un país que, a ratos, parecería haber perdido toda esperanza, hundido en el pesimismo y gobernado por el pacto corrupto, con una jefa de Estado con menos del 3 % de aprobación y un hermano prófugo de la justicia. Sin embargo, se “hizo la luz”.
Esa “luz” fue generada por visitantes ilustres, de muy alto nivel, que representaban a 21 economías, responsables de más del 60 % del PBI mundial y cerca del 50 % del comercio global. Entre estas economías, además de Estados Unidos (la “potencia del siglo XX”), destacan países como China y Vietnam, ambos dirigidos, desde hace décadas, por partidos comunistas. Dos naciones que, gracias a su rápido y espectacular crecimiento, son por sí mismas de relevancia capital y un “modelo” global.
Todos aportaron “luces” durante la semana, en medio de la “oscuridad” prevaleciente en el Perú. En nuestro país, quienes se indignan y protestan contra esta oscuridad son marginados, reprimidos o atacados por pendencieros extremistas. Para estos, cualquiera que no sea parte de su grupúsculo delirante es “comunista” o “terrorista”. Monsergas repetidas cotidianamente por ese patético grupo extremista de la DBA (“derecha bruta y achorada”), que solo recurre a adjetivos e insultos, sin presentar un solo argumento o propuesta.
En la ribera de la democracia —y no en la de la ultraderecha fascistoide—, la semana del APEC ha llevado, más bien, a la reflexión y a reforzar la esperanza en el Perú. Pasado este hito de afirmación, con las “buenas vibras” que llegaron y la inauguración del megapuerto, se abren anchas y claras alamedas para construir democracia y desarrollo.
Este proceso debe darse ahora más sólidamente que nunca, aun con viento en contra. Porque el país está gobernado por el pacto corrupto, carente de legitimidad, operando sistemáticamente contra la legalidad, destruyendo el equilibrio fiscal y socavando la decencia y la independencia judicial.
En otros lares: inversión, crecimiento y desarrollo
China y Vietnam, conducidos por partidos comunistas, han llevado a cabo procesos espectaculares de inversión y crecimiento sostenido. La inversión en infraestructura y la mejora de la educación y la salud en las zonas rurales han sido piezas clave para reducir las disparidades entre las áreas urbanas y rurales en ambos países, lo que se ha traducido en bienestar general y en una fantástica reducción de la pobreza.
China sacó a más de 800 millones de personas de la pobreza extrema desde 1980, y redujo su índice a menos del 1 % de la población total. En el caso de Vietnam, el Banco Mundial estima que, entre 2002 y 2018, el porcentaje de personas en pobreza extrema (menos de 1,90 dólares al día) cayó del 30 % a menos del 2 %.
Esto no se logró porque “llovió” bienestar en China o Vietnam gracias a una “mano invisible”. Fue posible gracias a políticas estatales efectivas, combinadas con la promoción de la inversión y el comercio privados, que incluyeron inversión en infraestructura y educación. Estas medidas transformaron la vida de millones.
La “ruta de la seda” y Chancay
En el plano bilateral y en el marco multilateral del APEC, el Perú se enlazó directamente con la Iniciativa de la Franja y la Ruta, conocida como la “nueva ruta de la seda”. Esta es una pieza central de la visión de desarrollo a largo plazo del Gobierno de Xi Jinping.
El Perú no fue un “advenedizo”. Fuimos el primer país de América Latina en establecer relaciones diplomáticas y de amistad con China, hace 150 años. Mi bisabuelo, el almirante Aurelio García y García, como representante del Perú, suscribió el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación con China en Tianjín, el 26 de junio de 1874. Este tratado también abordó derechos humanos al reconocer la explotación de ciudadanos chinos en el Perú tras la abolición de la esclavitud de origen africano.
La nueva “ruta de la seda”
La moderna “ruta de la seda” incluye herramientas como la construcción de infraestructura y el fortalecimiento de la cooperación económica. En este contexto, la iniciativa del megapuerto de Chancay es clave.
No obstante, la tarea recién comienza. La conectividad vial y ferroviaria de Chancay es indispensable, al igual que ajustes en la ley de cabotaje para facilitar el acceso de otros puertos peruanos y permitir que naves extranjeras realicen escalas en los puertos nacionales.
Obras y acciones complementarias
Elizabeth Añaños, exviceministra de Vivienda, advierte que el desarrollo urbano vinculado al puerto debe planificarse regionalmente. El incremento del tráfico vehicular en la Panamericana podría aumentar en un 50 %, lo que agrava el caos. Además, es indispensable garantizar vivienda adecuada para los trabajadores del área.
El Ministerio de Vivienda y el MEF deben actuar con urgencia. Como en China o Vietnam, la planificación es fundamental para que proyectos como Chancay reduzcan la pobreza y generen desarrollo sostenible.
Chancay representa una oportunidad única para que el Estado peruano demuestre su capacidad de liderazgo y planificación. ¡Qué truenen los extremistas que quieren desaparecer al Estado! El Perú avanza.