Pasar sin mayor preparación previa a los alumnos de primaria y secundaria a clases virtuales durante una semana es seguir profundizando los problemas que presenta la educación en el Perú y ahondar más en la brecha existente durante la pandemia. Cabe recordar que durante ese largo período se agravó consistentemente la división entre los estudiantes que contaban con todas las facilidades para acceder a la educación virtual y la mayoría de educandos que no la tenían.
Se conocieron entonces los esfuerzos de profesores que buscaban formas colaborativas para contar con señal en celulares y maestros que agrupaban a los alumnos en espacios públicos para garantizar que se cumpliera con las actividades educativas, pese a las carencias existentes.
Estas acciones extraeducativas y que fueron propias de la pandemia necesitan de un conjunto de factores para volverse a reproducir. De la noche a la mañana, es altamente improbable que las clases virtuales impuestas por el Gobierno para garantizar una mejor impresión a los visitantes vuelvan a rendir frutos.
Los escolares que ya traen un déficit en formación, producto de la política educativa que consolidó la enseñanza virtual en la pandemia, sin garantizar las herramientas adecuadas para lograrlo, van a concluir el año escolar sin haber recuperado el tiempo perdido y con el agregado de esta semana, que solo tiene como objetivo la campaña “cosmética” del Gobierno de Dina Boluarte para mostrar una mejor cara frente a los asistentes del APEC.
Pierde la educación y no gana nadie. Porque hay protestas sociales organizadas para las fechas del APEC y que no han cedido a presiones oficiales. También porque no hay visitante del APEC que no sepa que Dina Boluarte es la presidenta peor calificada de la historia peruana y que su débil promedio de popularidad ha caído a menos del 5%. Y eso ni la mejor foto de Lima vacía lo mejora.