Afirmación certera -y fundamental- esta semana del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, sobre las elecciones de este domingo 28 de julio en Venezuela. Lula decía que se “asustó” cuando el jefe de Estado de Venezuela, Nicolás Maduro, dijo que si pierde las elecciones de este domingo 28 de julio en su país, habrá “un baño de sangre”.
Bien por Lula. El “susto” no lo empujó a mirar a otro lado, sino para zanjar conceptos: "Maduro tiene que aprender que cuando uno pierde, se va (...) El que pierde se lleva un baño de votos, no un baño de sangre". Así de simple y de claro.
Lula reveló que conversó dos veces con Maduro Y que “si quiere -Maduro- contribuir a resolver el problema de crecimiento de Venezuela y la vuelta de los que se fueron, tiene que respetar el proceso democrático”. También informó que, además de los dos observadores que enviará a Venezuela la justicia electoral de Brasil, viajará a Venezuela su excanciller y actual asesor de Asuntos Internacionales, Celso Amorim, quien estará presente en los comicios.
Mensaje correcto, claro y contundente el de Lula. Y con visión. Pues, como lo dijo Lula, estas elecciones serán “la única oportunidad” para que Venezuela “vuelva a la normalidad”. Y que el país se reintegre a la comunidad regional e internacional. “Eso es lo que deseo para Venezuela y para toda Suramérica”, añadió. Bien que Brasil se involucre positivamente en el proceso. Deberían haberlo hecho todos los países democráticos de la región.
La mayoría de encuestas llevadas a cabo en las últimas semanas recogen una diferencia abrumadora a favor del exdiplomático Edmundo González Urrutia, el candidato presidencial de la oposición. Quien participa en reemplazo de la vetada lideresa de oposición María Corina Machado.
El contexto regional es de “castigo a los oficialismos”. Como lo dije en esta misma página hace un par de semanas (LR 17/7/2024): "En tres de las cuatro elecciones presidenciales del primer semestre del 2024 se observó un cambio de tendencia: del castigo a los oficialismos a la continuidad ".
La eventual “transición” en Venezuela, pues, estaría dentro de lo que podríamos llamar una “normal tendencia latinoamericana”. Las cosas parecerían ir apuntando en Venezuela, en efecto, al triunfo electoral de la oposición. Las diferencias en las preferencias -entre Maduro y Gonzales- detectadas en la mayoría de encuestas ya superan, en su gran mayoría, los 30 puntos de diferencia (algunas llegan a 40) a favor del candidato opositor.
La campaña electoral no se cerró en “buenos términos” por el presidente Maduro. Mientras el presidente advertía que la elección definirá entre “paz o guerra”, González Urrutia prometía “reconciliación”. Digamos el agua y el aceite. En eso está, pues, Venezuela a pocos días/horas de la votación.
Como era y es previsible, la tensión crece en Venezuela ante posibles cambios políticos. La posibilidad de un cambio real, por primera vez en 25 años, está a la vista. Pero dentro de un panorama en que nada genera certidumbre.
Venezuela cuenta actualmente con una población de aproximadamente 30 millones, dentro de los cuales 21,4 millones pueden, teóricamente, votar en las elecciones presidenciales del próximo 28 de julio, tanto dentro como fuera del país.
Pero muchos millones de venezolanos/as han emigrado. Y los requisitos para votar desde el exterior no facilitan el ejercicio del derecho a votar. Se puede estar, pues, ante la exclusión de millones de potenciales electores. Por consideraciones como las dos siguientes.
Primero, 7,7 millones de personas han salido de Venezuela buscando una vida mejor. La mayoría de las personas emigradas – más de 6,5 millones de personas –acogida por países de América Latina y el Caribe. La mayor migración latinoamericana en la historia regional.
Segundo, de los casi ocho millones de venezolanos que ya viven fuera de su país, alrededor de 5 millones son mayores de edad y deberían poder votar. Pero, hasta donde se tiene información, debido a los diversos requisitos impuestos para el registro electoral en el extranjero, solo 69,211 venezolanos en el exterior están habilitados para votar. Una porción ínfima.
La exclusión electoral parece, parece imponerse.
En el Perú, por ejemplo, vive aproximadamente 1.5 millones de venezolanos. ¿Cuántos votarán? Hasta donde se tiene información, menos de 600 personas se pudieron inscribir en el Perú para votar. Nada.
Aunque no hubiera sido tan fácil imaginarlo, la verdad pura y dura es que -pese a todo- la oposición tiene esta vez una seria oportunidad de ganar.
Ese escenario ha generado ya una pregunta generalizada sobre el día después de un posible cambio de poder. Pues las cosas no han sido -ni son- nada fáciles para la oposición.
Dentro de un contexto así, es natural que se abran interrogantes serias sobre el curso posible de una “transición pacífica” de perder Maduro. Muchos confían en los esfuerzos de Petro y Lula. O se remiten a las negociaciones con la Casa Blanca, reanudadas por Maduro recientemente.
Todo eso está por verse. Pero parecería bastante probable que si Maduro gana, desde el poder se intentaría empujar las cosas para un más de lo mismo. Acaso agravado por la posible llegada de Donald Trump a la Casa Blanca después de noviembre.
En caso de una victoria de Edmundo González la cuestión crucial -y primera- será si el régimen acepta los resultados. Del lado de González, este ha ofrecido conducir una transición sin traumas ni venganzas. Reto complejo dentro del contexto de la grave crisis y social del país.
Con exclusiones o sin ellas, el domingo se vota en Venezuela. Y eso tendrá consecuencias políticas y jurídicas importantes. Que son -ni pueden- ser indiferentes a la comunidad internacional. Y dentro de ella de los países latinoamericanos.
En ello -para “variar”- el Pacto Corrupto que hoy gobierna al Perú enmudece. Como ha sido, por ejemplo, el inadmisible silencio en torno a la guerra -genocidio- contra Gaza y decisiones claves de la ONU y la Corte Internacional de Justicia. Como la exigencia a Israel que se retire de los territorios ocupados (Cisjordania y Gaza). Todas las resoluciones adoptadas en la ONU desde 1967 (por ejemplo, 242/1967) fueron propuestas por el Perú o contaron con el voto a favor del hoy silente Perú.
Más allá de esta “particularidad” de momento es claro que la comunidad internacional seguirá poniendo atención relevante al proceso electoral venezolano. Exigiéndole el respeto a los derechos humanos, cesar todo tipo de represión y generar las condiciones para un proceso con garantías de integridad electoral y pleno respeto de los resultados. Y allí tendría que estar Perú.