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Opinión

Columnita china, por Mirko Lauer

Pero que haya tantos peruanos con ancestros chinos no es un dato banal, sino algo que inevitablemente aquí le imprime algo de su carácter al espíritu nacional. Eso lo podían haber explorado los asesores de Boluarte, pues tiene que haber algo más que el gusto por la carta del restaurante chino

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La gente se ríe de que Dina Boluarte haya elegido su gusto por la comida china como señal de su afecto por el país anfitrión. En efecto, no parece tema para un encuentro de tan alto nivel, y transmite la impresión de que no tenía nada menos doméstico que ofrecer. ¿Pero qué otra cosa o cosas hubiera podido elegir una peruana a la sombra del Palacio del Pueblo?

Fuera de la gastronomía no hay realmente mucho que elegir. No es casual que la palabra chino se use a menudo para hacer diminutiva, una variante de algo conocido en la comida, en clara referencia a lo exótico. Como en chirimoyita o naranjita chinas. También sirve para definir algo local, pero que no comprendemos del todo, como
en ajo chino.

En la elección del chifa y del chaufa no deja de haber algo de modestia. Alan García hizo el esfuerzo de lanzar una frase en mandarín, y solo produjo confusión (¿una frasecita china?). Lo bicultural es un camino peligroso, y quizás por eso los chinos tienden a concentrarse en la socorrida mención de la amistad entre los dos pueblos.
Una cosa importante es hacer notar la posibilidad de que exista una mutua curiosidad entre estos dos pueblos. Se expresa en la fundación de centros de estudios, en la UNMSM y en la PUCP y en universidades de China.

Pero que haya tantos peruanos con ancestros chinos no es un dato banal, sino algo que inevitablemente aquí le imprime algo de su carácter al espíritu nacional. Eso lo podían haber explorado los asesores de Boluarte, pues tiene que haber algo más que el gusto por la carta del restaurante chino. Que lo diga el corazón de Jesús en las paredes de las antiguas bodegas predicando “No soy maoísta”.

Más allá de la sufrida inmigración china en el siglo XIX y de la pujante comunidad chino-peruana de hoy, no es mucho lo que se puede decir sobre la relación. Una vez fuera del chifa las cosas se vuelven eruditas, como lo son las sospechas de visitas preincaicas de China a la costa norte, a partir de unos pocos rostros cerámicos de claro trazo asiático.

No era un tema fácil, como vemos, y Boluarte echó mano a lo que tenía a su alcance. Pero para todo banquete, gastronómico o conceptual, hay que prepararse.