Hace un mes, el presidente Joe Biden anunció un alza de aranceles del 25 al 100% a los autos eléctricos chinos como parte de un paquete de medidas para proteger a los productores norteamericanos de las “importaciones baratas”. De su lado, la Unión Europea anunció esta semana que impondrá aranceles adicionales de hasta el 38% a los vehículos eléctricos (VE) chinos.
Tanto Biden como la Unión Europea dijeron que su objetivo era para proteger a sus industriales de la competencia desleal china. Biden agregó que deseaba también proteger a la “economía verde”. Supuestamente por eso, EEUU también aumentó los aranceles de 7,5% a 25% para las baterías de litio, de 0 a 25% para los minerales críticos, de 25% a 50% para los paneles solares y de 25% a 50% a los semiconductores. Los aranceles sobre el acero, el aluminio y los equipos de protección personal, que oscilan entre cero y 7,5%, aumentarán hasta el 25%.
Pero hay que mirar detrás de las explicaciones formales para tratar de entender lo que está sucediendo. Las acusaciones de que China “compite deslealmente” tienen varias aristas, siendo una de ellas que el yuan chino está super devaluado, lo que les permite vender sus mercancías (en este caso, los VE, a precios bajos). En jerga económica, el gobierno “manipula” el yuan. También se afirma que hay subsidios ocultos y ayuda a los productores.
Puede ser. Pero todo ello debió ser ventilado de acuerdo con las reglas de la Organización Mundial de Comercio, a la cual todos pertenecen. Recordemos que EEUU alentó el ingreso de China a la OMC en el 2001, con un objetivo político claro: que la “libertad económica” propia del capitalismo de mercado rápidamente se traslade a la esfera política; de esa manera, crecería la demanda de mayores libertades democráticas, lo que socavaría el poder político del Partido Comunista chino.
Pero eso no sucedió, como bien lo ha demostrado Martin Wolf, del Financial Times. Nos dice que hemos entrado a la era de la crisis del capitalismo democrático. Crisis del capitalismo porque las reglas del libre mercado no le están pudiendo ganar a la economía mixta. Ejemplo: los VE de China, así como su trascendencia en las tecnologías digitales, como la 5G DE Huawei.
Y crisis de la democracia, no solo porque China no ha adoptado la democracia “de Occidente”, sino también porque Occidente está amenazada desde adentro por el constante ascenso de los regímenes híbridos (a veces les dicen “iliberales”) que cuestionan las libertades democráticas. Un ejemplo de ello se puede apreciar en las recientes elecciones europeas, donde ha habido un fuerte ascenso no solo de los partidos de derecha, sino también de la ultraderecha de corte autoritario y dictatorial. Y eso también puede llegar a EEUU en las elecciones presidenciales de noviembre.
El cambio climático, o sea el calentamiento global del planeta, ha significado un cuestionamiento frontal al “paradigma del progreso”, que se lograría con el crecimiento económico permanente bajo las reglas del libre mercado. Por eso, los gobiernos del mundo se han unido dentro de Naciones Unidas, en el marco de las Conferencias de las Partes (COP), para combatir los gases de efecto invernadero. Cierto, hay más ruido que nueces en dichas conferencias, pero queda claro que el “libre mercado” no puede solucionar el problema. Por eso, “ayatollas” del neoliberalismo, como Javier Milei, afirman que el cambio climático es “una farsa sin sustento”. Y que los Estados no deben intervenir. No sabemos si su Gobierno promoverá alguna medida para retirar a Argentina de ese proceso.
En una línea contraria, ha surgido también la “teoría del decrecimiento”, que tiene como eje plantear que, en esta era de cambio climático, ya no se puede seguir pensando que “el progreso” va de la mano con el crecimiento del PBI porque el uso de combustibles fósiles daña el planeta. Por tanto, lo que se debe buscar es un modelo económico alternativo que ponga en el centro las necesidades de salvar al planeta, buscando un reencuentro con la naturaleza. Para ello, no se necesita “crecer” todos los años pues ya las necesidades están satisfechas. Algunos representantes de la “décroissance” son Serge Latouche y Mauro Bonaiuti, entre otros
Caminos parecidos, aunque no iguales, han surgido en nuestra región, planteando el “buen vivir”, poniendo en el centro la necesaria convivencia y respeto entre la sociedad y la Madre Tierra, por encima del crecimiento económico. Quizá una derivada de ese planteamiento se puede apreciar en el “antiextractivismo”, crítico de las actividades petroleras y mineras, sobre todo, pero no únicamente, en la Amazonía.
Del otro lado del mostrador aparecen los análisis críticos que hacen sus propios impulsores. El FMI afirma ahora que hemos entrado a la globalización lenta, la llamada “slowbalization”, la misma que se ha producido porque los países industrializados –ante las grandes crisis sociales que están viviendo– han optado por desarmar las cadenas de valor global (producir en cualquier país del mundo) pues priorizan objetivos de seguridad nacional. A eso el FMI le ha llamado la fragmentación geoeconómica global (1). Dicho en cristiano, ya no quieren la globalización.
El economista Nouriel Roubini nos dice en su último libro que estamos frente a “megaamenazas”, que no son solamente macroeconómicas: “Es como una matriz de diez x diez, donde se tiene que entender lo que es la sociedad, la política, la geopolítica, la ciencia, la tecnología, el calentamiento global, los temas legales. Se necesita tener un enfoque más holístico. Hay cientos de libros sobre todo eso. Pero muchas veces no conectan los puntos. Y el propósito de mi libro es conectar los puntos entre esos diferentes fenómenos para entender nuestro mundo como un sistema” (2).
Creo que todos esperamos que esta lucha por la hegemonía no nos lleve a un desenlace bélico, como dice Graham Allison hablando de la Trampa de Tucídides (de 16 pugnas hegemónicas, analizadas por él) en la historia mundial, 12 acabaron en guerras. Hoy el mundo parece estar atravesando una crisis sistémica cuyo final no conocemos. Y, en todo caso, eso no se define en América Latina.
Lo que queda claro es que el comportamiento de las grandes potencias, como hemos visto, ya no está en la creencia del “libre mercado global” sino en fortalecer sus intereses nacionales. Hemos visto acá uno de los ejemplos más claros: los vehículos eléctricos.
Puede haber oportunidades allí. Por ejemplo, EEUU habla ahora de “nearshoring”, o sea, traer industrias a lugares más cercanos como América Latina. De su lado, se está construyendo un megapuerto por una empresa china que puede ser el punto de partida para lanzar iniciativas de industrialización y desarrollo. Y así.
Siguiendo a Roubini, debiéramos considerar todas las aristas de la crisis (económica, social, política, seguridad ciudadana, informalidad del 75%, economías ilegales y delictivas (narcotráfico, tala ilegal, contrabando, minería ilegal). Y todo esto nos sucede con una institucionalidad (Ejecutivo, Congreso, instituciones) en estado de crisis avanzada y quizá de descomposición. Eso tiene que cambiar. Hay que conectar los puntos.
1 Ver https://larepublica.pe/opinion/2024/04/19/slowbalization-y-crisis-del-capitalismo-democratico-por-humberto-campodonico-341298
2 Nouriel Roubini, Entrevista del McKinsey Global Institute, Marzo 2023.