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Opinión

Embajadas vacías, por Mirko Lauer

“A medida que las cosas se complican con dos guerras en curso, la condición de embajador (diplomático o político) también se va volviendo más difícil”.

larepublica.pe
Mirko Lauer

España ha retirado a su embajadora en Buenos Aires. Tel Aviv ha retirado a sus embajadores en Madrid, Irlanda y Noruega. Traer a un embajador de vuelta ya es algo común, a medida que se calienta el mundo. Rara vez es un gesto definitivo, pero suele dejar huella en las relaciones bilaterales. La Guerra Fría no vio un ajedrez de este tipo.

Por su parte, desde que empezó la guerra de Gaza, nueve países han retirado a sus embajadores de Israel para evidenciar su desagrado. En América Latina han sido Chile, Colombia y Honduras los que han tomado esta medida. Belice y Bolivia han suspendido sus relaciones con Israel. Del otro lado del tablero los palestinos van ganando posiciones.

Hay quienes consideran que hay un teatro de la diplomacia. Si es así, llamar al embajador a casa en protesta es el anuncio de una posible ruptura de relaciones. Como hoy en el mundo la red comercial es densa, estos incidentes suelen arreglarse al poco tiempo, si no media algún motivo de fuerza mayor.

A los embajadores repatriados solo les queda esperar que las cosas cambien, aunque es infrecuente que un diplomático vuelva al lugar del que fue retirado. Para ellos ese viaje es una desgracia personal y profesional. Pero si las relaciones bilaterales se agrian, despedirse de la embajada es la mejor de las salidas, en verdad la única.

A medida que las cosas se complican con dos guerras en curso, la condición de embajador (diplomático o político) también se va volviendo más difícil. Los mandatarios quieren hacerse oír en los escenarios bélicos, y eso puede descolocar a sus representantes, los cuales no siempre son consultados antes de que su jefe declare.

El jefe mismo rara vez considera que con su rabieta puede estar dejando a su emisario de alto nivel sin empleo. Además, si las relaciones bilaterales empeoran mucho, el embajador retirado es un perfecto chivo expiatorio. Peor que eso solo puede ser un diplomático expulsado por una acusación de espionaje, o algún delito común.

Pero a la vez puede haber algo heroico en tener que dejar un país que ha agraviado al propio. Pero el gesto siempre se verá como el de un mandatario haciendo justicia diplomática por mano ajena, haciéndose representar en el campo de batalla. Dina Boluarte expulsó al embajador de México y repatrió, hasta hoy, a los de Bogotá y La Paz.

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