España vivió una crisis de cinco días en los que Pedro Sánchez anunció un paréntesis en su presidencia del gobierno para reflexionar sobre si valía la pena seguir ejerciéndola en un contexto de severa crispación política.
Luego de que un tribunal iniciara una investigación preliminar a su esposa por tráfico de influencias y enriquecimiento ilícito, Sánchez anunció mediante una carta en X que iba a repensar su continuidad como rechazo a una política tóxica y los ataques de la derecha y la ultraderecha a su familia.
Sánchez resolvió la crisis informando que continuaría en el cargo, pero dejando la sensación de ser un episodio más de un político que ha hecho del culto a la personalidad sin asomo de sospecha de autocrítica, un estilo de desempeñarse en la función pública.
Muchos creen que la generación y resolución de esta crisis fue un episodio más del estilo político de Sánchez.
La prensa cercana al PSOE, como El País, defendió a Sánchez con el entusiasmo que le caracteriza de manera cerrada, dentro de una línea que últimamente ha mellado la reputación de este diario que, por esa distancia política, en los últimos meses ha despedido a columnistas muy antiguos que le acompañaron desde su inicio, como el filósofo Fernando Savater y su director fundador Juan Luis Cebrián.
No es, por ello, un buen espacio para entender lo que ocurre en la política española que, sin duda, atraviesa por un momento degradante en muchos sentidos, por lo que es mejor recurrir al periodismo británico.
Financial Times concluyó que Sánchez “no ha hecho más que agravar un debate hiperpersonalizado sobre la integridad del presidente del gobierno español”. The Economist lo ha calificado muy apropiadamente de “drama king” en el sentido de ser alguien que habitualmente reacciona de forma melodramática. Y Michael Reid, exeditor de ese medio para América Latina y experto en asuntos españoles que ayer recibió el Premio Internacional del Periodismo de El Mundo, comentó en X que “se queja de que su familia sufre acoso desde hace años y que España debería reflexionar y rechazar la difamación. Pero no hay indicio alguno de autocrítica por parte del líder más polarizador de la historia reciente de España”.