La delegación Hamás de altísimo nivel ya se retiró de Egipto. Su propósito era discutir, con la inteligencia egipcia, una posible tregua en Gaza. Un telón de fondo en esto es que el ministro de Guerra israelí, Benny Gantz, ha declarado que el retorno de los rehenes es la operación militar en Rafah en la que Benjamín Netanyahu está empecinado, por encima de todo.
El segundo telón de fondo es la versión que corre sobre órdenes judiciales que serían emitidas esta semana por la Corte Penal Internacional (CPI) contra Netanyahu, su ministro de Defensa y su jefe de gabinete, junto con algunos altos mandos de la organización Hamás. No son propiamente órdenes de arresto, se dice, pero están a medio camino de eso, y traen limitaciones a los sindicados.
Hace poco Sudáfrica acusó de genocidio en Gaza a Israel ante la Corte Internacional de Justicia de la ONU (CIJ). Ahora Nicaragua está haciendo similar acusación a Alemania ante la misma corte, reconocidamente por presión de Rusia a su diminuto cliente centroamericano. Ninguna de las dos causas es importante, pero las de la CPI sí podrían serlo.
La acusación a los políticos israelíes, según The New York Times, sería haber impedido la entrega de ayuda humanitaria en la Franja de Gaza, y una respuesta desmedidamente dura, léase inhumana, al ataque dirigido por Hamás el pasado siete de octubre. La CPI no puede juzgar a acusados en ausencia, e Israel no es miembro de ella (para el caso tampoco los EEUU, pero tiene el músculo).
Las órdenes CPI crean desprestigio entre la comunidad mundial, causan algunos tropiezos a la hora de desplazarse por el globo, y ciertamente problemas políticos internos. Pero acaso lo más importante es que Washington está empezando a pensar cada vez más como Moscú, cada uno por sus propios motivos: los fanáticos del Medio Oriente deben cesar el baño de sangre en curso, cuanto antes.
Esto es urgente también para Joe Biden, pues una parte de los resultados de la próxima elección depende de eso. Ya no solo de alcanzar una paz, sino de la capacidad de aplicarle una lección geopolítica a Netanyahu y el resto de la extrema derecha israelí. Por lo menos una que calme al movimiento pro-palestino, y cada vez más antisemita, de algunos campus estadounidenses.
Un poemario cada tantos años. Falso politólogo. Periodismo todos los días. Natación, casi a diario. Doctor por la UNMSM. Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, Francia. Beca Guggenheim. Muy poco twitter. Cero Facebook. Poemario más reciente, Las arqueólogas (Lima, AUB, 2021). Próximo poemario, Un chifa de Lambayeque. Acaba de reeditar la novela policial Pólvora para gallinazos (Lima, Vulgata, 2023).