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Opinión

Urbanismo para el turismo, por Santiago Dammert

"Si uno pasea por cualquier ciudad peruana, será fácil identificar espacios desperdiciados que, con buen diseño urbano y un poco de voluntad política, se pueden convertir en lugares de encuentro para locales y turistas".

larepublica.pe
Dammert

Poco se dice del impacto que tiene el urbanismo sostenible en el incremento del turismo en una ciudad, pero hay una relación directa. Si pensamos en los destinos turísticos urbanos más visitados de nuestro país, vienen a la mente los centros históricos de Arequipa, Cusco, Lima y Trujillo, además de distritos como Barranco y Miraflores en la capital. Todos tienen algo en común: son los barrios más amigables a la movilidad peatonal, con bajo tránsito vehicular y donde gracias a los usos mixtos hay una densidad de atracciones y servicios. Esto hace que sean lugares en los que es posible pasear con tranquilidad y hacer recorridos a pie.

Resulta que los barrios atractivos para el turismo son los mismos que son atractivos para sus residentes. Entonces, ¿qué nos impide hacer que más partes de nuestras ciudades sean así? Para lograrlo, debemos pensar en cómo está distribuido nuestro espacio público. Este es limitado; cuando se decide invertir en infraestructura para el auto privado, los recursos se dejan de invertir en espacios públicos para las personas. Como resultado, el turismo también pierde, ya que tenemos menos destinos dentro de la ciudad.

Un ejemplo local muy visible es el jirón Domeyer, en Barranco. Durante la pandemia, la anterior gestión municipal decidió remodelar la calle, y eliminó los estacionamientos vehiculares para ampliar las veredas a ambos lados. Así, los cafés y restaurantes pudieron implementar terrazas sobre las veredas, lo que creó un ambiente más activo, agradable y seguro para los peatones. El resultado es una calle que se ha vuelto una de las más concurridas del distrito, donde ha abierto una multitud de restaurantes que reciben a visitantes de toda la ciudad y más allá.

De igual manera, la peatonalización del centro histórico de Lima ha permitido que muchos espacios pasen de estar atestados de carros, que generan contaminación y ruido, a ser calles o plazas apacibles donde las personas eligen estar y pasar el rato. Un ejemplo son las nuevas plazuelas frente al teatro Segura y el convento de Santo Domingo, renovadas por Prolima. Los efectos de la transformación son evidentes.

No hace falta que toda la ciudad sea peatonal, sino que hay que aprovechar mejor el espacio, que muchas veces se asigna automáticamente como pista o estacionamiento sin pensar en las consecuencias. Si uno pasea por cualquier ciudad peruana, será fácil identificar espacios desperdiciados que, con buen diseño urbano y un poco de voluntad política, se pueden convertir en lugares de encuentro para locales y turistas.