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Opinión

Fútbol, casi un estilo de ser peruanos, por Augusto Álvarez Rodrich

Violencia de barras, el desborde de la delincuencia.

larepublica.pe
AAR

Una expresión inequívoca de la normalización de la inseguridad ciudadana es que la agresión criminal a dos niños de once y doce años por vestir la camiseta del Alianza Lima, por parte de una banda de delincuentes camuflados de barristas, no ha conmocionado al país ni logrado espacio en la agenda pública como sí lo ha hecho, por ejemplo, la renegociación del contrato entre Paolo Guerrero y la UCV debido a que el jugador recibió amenazas de extorsión.

El contrato genera interés de los medios por tratarse del cuarentón capitán de la selección peruana, pues la acción criminal con imágenes cotidianas de asaltos con muerte, secuestros y sicarios ya es el paisaje natural del país que no sorprende ni escandaliza a casi nadie, ni siquiera por tratarse de dos niños baleados por hordas que se excitan con la muerte.

La inseguridad ciudadana es hoy el principal problema del país que tiene un impacto tremendo en la pérdida de vidas y de patrimonios, y que afecta a las inversiones de las empresas más pequeñas y de las más grandes, con compañías mineras que cuentan en su planilla con más de mil trabajadores de seguridad.

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Un problema creciente frente al cual ni el gobierno, ni la sociedad civil, ni los partidos de derecha e izquierda del parlamento tienen otras respuestas que no sean tonterías para simular que algo hacen.

Por ejemplo, 30 años de cárcel al que robe uno de los 1.83 millones de celulares que se denuncia que se han robado al año (con los que no se denuncian, el número es de escándalo). O cerrar las tribunas populares de las canchas para prevenir la violencia alrededor del fútbol, un planeamiento propio de quienes no deben conocer los estadios ni por la fachada.

Hace más de cuatro décadas, en 1981, ‘Balo’ Sánchez León escribió en la revista Debate el estupendo artículo ‘Fútbol, casi un estilo de ser peruanos’ que explicaba cómo la sociedad se reflejaba en su forma de juego.

Hoy el fútbol es expresión dramática de una inseguridad ciudadana imparable, con un país sin ideas ni planteamientos frente a la violencia creciente, que parece estar inerme esperando a su Bukele.