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Opinión

Política exterior en tiempos difíciles, por Oscar Vidarte Arévalo

"Un Gobierno débil a nivel interno y cuestionado en el ámbito internacional no tiene futuro. El Perú no puede vivir aislado del mundo”.

larepublica.pe
Vidarte

Para fines de la política exterior de cualquier país, tomar decisiones en condiciones políticas internas adversas resulta muy complicado. Es imposible que un régimen altamente criticado, acechado por la oposición o simplemente sumido en la ingobernabilidad, pueda tener un activo o medianamente interesante accionar internacional. Esto no ocurre solamente en países pequeños o medianos, incluso en su momento Brasil vio cómo ese liderazgo regional que logró desarrollar en la primera década del siglo XXI se acabó con el proceso de destitución contra Dilma Rousseff y luego durante la nefasta transición de Michel Temer.

Tratándose del Perú, los últimos años han sido muy difíciles para la política exterior. Un país con seis presidentes distintos en los últimos siete años hace de la construcción de políticas de Estado una tarea complicada. A esto habría que sumarle que, en el mismo lapso de tiempo, hemos tenido 14 ministros de Relaciones Exteriores.

Asimismo, han sido años en los que el Perú tuvo que hacer frente a un contexto regional muy negativo. A nivel económico, para la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) es posible hablar de una nueva década perdida para América Latina (con un crecimiento menor del 2% entre el 2014 y el 2023, peor que lo sucedido en la década del 80). Y a nivel sanitario, la pandemia de la Covid-19, que se inició en el continente asiático, llegó a esta parte del mundo, haciendo de América Latina, según el Banco Mundial, “la región más golpeada por la pandemia de la Covid-19”.

En este escenario poco auspicioso, debe resaltarse que, a diferencia de lo que sucede en otros ámbitos del Estado peruano, las bases sobre las que se ha construido la política exterior siguen vigentes. Desde los 90, la política exterior peruana ha girado en torno a la apertura económica y comercial, el mantenimiento de una buena relación con Estados Unidos, la importancia de construir relaciones de cooperación con los países vecinos, entre los ejes más importantes. Increíblemente, a pesar de las diferencias políticas e ideológicas de los diferentes Gobiernos que han estado en el poder, no solo los últimos 7 años, sino las últimas tres décadas, estas bases se han mantenido.

No obstante, en los últimos dos años, la política exterior ha tenido mayores problemas. Tanto Pedro Castillo como Dina Boluarte, con sus diferencias, han sido muy cuestionados internamente. Ante las debilidades mostradas a nivel interno y las dudas que esto genera a nivel externo, un aspecto sustancial para la política exterior resulta darle solidez al Gobierno de turno en el ámbito internacional. Buscar legitimidad internacional no implica solo un tema jurídico de reconocimiento del Ejecutivo en funciones, sino se trata de un asunto de naturaleza política, que refleja la aceptación y los vínculos que un Gobierno puede construir con otros Estados o actores internacionales.

En el caso de Pedro Castillo, un aspecto fundamental desde un inicio fue cambiar la identidad que tenía a nivel internacional como un presidente marxista-leninista. Era evidente que ese rótulo no lo favorecía ni interna ni externamente. Por ello, buscó desarrollar una política exterior que implique mantener buenas relaciones con todo tipo de Gobierno. Esto lo llevó a vincularse con presidentes como Andrés Manuel López Obrador (México) hasta Jair Bolsonaro (Brasil), además de participar en diferentes rondas de negocios con empresarios en el exterior.

Lamentablemente, para sus intereses, la crítica interna continuó y esto requirió un accionar internacional más dinámico. En ese sentido, el vínculo con Estados Unidos resultó fundamental. La relación con la potencia mundial fue bastante estrecha, a tal punto que el Gobierno estadounidense reconoció su elección como transparente y posibilitó este acercamiento. De la misma forma, la relación con la Organización de los Estados Americanos (OEA) fue de gran importancia para la política exterior peruana. Al margen de las serias acusaciones de corrupción contra Castillo y su entorno, la oposición política en el Perú, de forma poca democrática, desconoció su elección y buscó sacarlo del poder desde el comienzo de su mandato. Ello llevó a la OEA a tener un papel de soporte de la democracia peruana.

Por su parte, desde el momento en que Dina Boluarte asumió la presidencia, su gestión se vio inmersa en una dura crítica internacional. Luego del fallido intento de golpe de Estado de Castillo, surgieron cuestionamientos de algunos países, como México y Colombia, respecto a la legalidad de su llegada al poder. Si bien la relación con estos países continúa siendo compleja, Cancillería ha sabido demostrar que se trató de una transición de acuerdo a lo señalado en la Constitución.  

Mucho más complicada ha sido la respuesta del Perú frente a las graves violaciones a los derechos humanos por parte de las fuerzas del orden ocurridas en las protestas contra su Gobierno. La política exterior peruana ha tratado de demostrar el compromiso del mandato de Boluarte con los derechos humanos, pero es muy difícil ocultar lo obvio. La represión ejercida contra la población ha sido criticada por diferentes países, organizaciones intergubernamentales, las ONG y la prensa internacional, lo que coloca al país en una mala situación y daña su ya debilitada imagen.

Por eso han sido fundamentales para el Ejecutivo los cambios legislativos que han permitido que la presidenta Boluarte gobierne de forma remota y pueda salir del país. La diplomacia presidencial resulta fundamental para construir legitimidad a nivel internacional. Sin embargo, los resultados no parecen haber sido tan auspiciosos, habiendo realizado visitas intrascendentes (Alemania e Italia) o muy cuestionadas (Estados Unidos).

Recientemente, el embate del Congreso contra la Junta Nacional de Justicia y la inexistente respuesta del Gobierno también han generado declaraciones desde el exterior que denotan la descomposición de nuestra democracia. Igualmente, el indulto al expresidente Alberto Fujimori, en evidente desacato a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, nos presenta como un país que no respeta sus compromisos internacionales.

Cabe señalar que la Cancillería parece mostrar más interés por promover la agenda económica-comercial. En el contexto actual, la realización de la cumbre APEC 2024 en nuestro país, logro de la Presidencia anterior, resulta muy importante. Pero ello no debe olvidar las críticas que se vienen dando en el exterior en materia de democracia, derechos humanos y respeto al Estado de derecho. Un Gobierno débil a nivel interno y cuestionado en el ámbito internacional no tiene futuro. El Perú no puede vivir aislado del mundo, así algunos crean que lo que sucede en nuestro país a nadie le importa.