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Opinión

ChatGPT, describe a un periodista frustrado, por Camila Vera

“Ante la labor de consulta y contrastación para la que el periodista se instruyó por años, existe un software que cómodamente se convierte en una fuente”.

larepublica.pe
Columna de Camila Vera en Glosario azul.

Con coma vocativa porque es un llamado —¡Oye, tú!—. Con coma vocativa porque, en diálogo con un chatbot diseñado para saberlo todo, la superioridad gramatical de quien escribe es un festejo. ¡Arriba la redacción correcta! Al menos arriba de una IA que salpica signos ortográficos y abusa de los gerundios. Y luego de los vítores internos —y de un trabajo de curaduría humana—, ya puede aterrizar el desencanto: la celeridad en el consumo de la información ha provocado que el curso de producción también lo sea.

Un contenido que al fin y al cabo se marchita con un clic se puede gestar de la misma manera. Se propaga entonces el ahorro del esfuerzo, el antídoto para la exigencia, la preferencia por el poco mérito, porque esta imitación de función cognitiva ni siquiera ocupa el puesto de aliada, sino de hacedora. Ante la labor de consulta y contrastación para la que el periodista se instruyó por años, existe un software que cómodamente se convierte en una fuente.

Prima el uso de la preposición según y ya no el de los verbos declarativos —decir, argumentar, defender, manifestar, sostener— que precedían a las voces de especialistas: la ciudad con mejor clima, según ChatGPT, y los peores nombres para un bebé, según ChatGPT otra vez.

Y ya que la recopilación de características es una destreza de la IA, le pregunté cómo luce el trabajador que, a pesar de gestionar su contenido con inteligencia de la genuina, se le mide como aquel capaz de abrazar el software para disfrazar sus incompetencias en lugar de subsanarlas: “Un periodista frustrado es aquel profesional de la comunicación que experimenta una sensación de insatisfacción o desilusión en relación con su carrera o con el ejercicio de su labor periodística (...). Algunas posibles causas podrían incluir limitaciones profesionales, presiones externas, cambio en la industria, censura o autocensura, falta de reconocimiento y presión del tiempo”.

El diagnóstico coincide con la enfermedad. Como el ‘doctor’ no ha fallado, lo interrogué sobre la cura: “Puede ser un desafío, pero hay diversas estrategias que ayudan a superar esa frustración. Aquí hay algunas sugerencias: reflexión personal, comunicación abierta, desarrollo de habilidades, reevaluación de metas y valores, exploración de nuevas oportunidades, apoyo psicológico, participación en comunidades profesionales y establecimiento de límites”.

Continué con un par de preguntas y dejó de ser ‘doctor’ cuando lo interpelé: “¿Te consideras periodista?”. Su réplica me acompañó en la crisis: “No (…). Aunque puedo ayudar a proporcionar información y generar texto sobre una variedad de temas, no tengo experiencias, opiniones ni identidad propia”. Ya éramos dos con aprietos sobre el quién.

Sin embargo, su ‘sinceridad’ con una bien simulada adhesión —“Soy como tú”— me hizo pensar en la experiencia que sí habita en mi CV. En la atmósfera del tú a tú, del operario estimado tanto como el modelo de lenguaje sin alma, esta diferencia es una migaja de consuelo, que es lo único que queda cuando la vocación se extravía entre algoritmos.