Antes de entregarse ellos nos miran a los ojos, con temor, con alegría, con sospecha, con esperanza, con pena, con complicidad. Esas miradas nos cautivan, porque nosotros también los miramos a los ojos. Magia. Varias son las explicaciones de una inquebrantable amistad, que tiene entre 27 mil y 40 mil años de antigüedad, entre perros y humanos. Dice la ciencia que esta afinidad se manifestó principalmente en la caza. Los lobos domesticados, es decir, los perros, ayudaban a los humanos a identificar sus presas y protegerlas de otros carnívoros, aunque también eran utilizados como bestias de carga.
Más allá de la colaboración, el pastoreo, el olfato, la compañía, etc., hay una teoría que algunos antropólogos sostienen por encima de las demás: la mirada, el fascinante contacto visual. Esta teoría hace referencia a la construcción física del ojo humano y de nuestras miradas.
El ser humano tiene un tipo de ojo distinto al de los otros de primates, pues nuestra esclerótica blanca es más grande y permite comunicar más información, más datos, en cada mirada: sentimientos, respuestas, reacciones. La esclerótica blanca revela la dirección de la mirada, lo que resultó útil a la hora de cazar en grupo.
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Ya desde bebés, los humanos siguen la mirada de los padres o aquellos que los observan. El caso es que los perros también reconocen las miradas ajenas y son capaces de aprovecharlas, interpretarlas. Esta maravillosa afinidad por el contacto visual de los seres humanos y sus amigos caninos es única.
Como se dice, los perros y los humanos nos miramos el alma. Según Shipman, esta conexión sería consecuencia de una relación milenaria entre ambos: “Ningún estudio genético ha confirmado todavía la prevalencia o ausencia de la esclerótica blanca en los seres humanos del Paleolítico moderno o en los Neandertales. Pero si la mutación de la esclerótica blanca fue más frecuente entre los primeros, esta característica podría tener que ver con una mayor comunicación entre los humanos y los perros, así como la domesticación de los últimos”.
Lo cierto, y aquí está la magia que hace que muchos y muchas pierdan la cabeza por estos animales, es que el contacto visual entre perros y humanos aumenta la generación de oxitocina en ambas especies, no en vano la oxitocina es conocida popularmente como La hormona del amor. Nos amamos.