Las víctimas de La Resistencia, grupo fascista que recorre la ciudad buscando personas e instituciones para hacerlas blanco de sus agresiones verbales y hasta ataques físicos, tienen una característica en común: son demócratas, luchan contra las decisiones que adopta la mayoría congresal y son críticas del paupérrimo Gobierno encabezado por Dina Boluarte y Alberto Otárola.
Es el caso de la periodista Rosa María Palacios, cuyo liderazgo en la opinión pública es indiscutible. Su vivienda ha sido, en este año, tres veces el objetivo de esa cuadrilla de desadaptados, que se dan cita en su dirección para dar rienda suelta a sus hostilidades frente a la mirada impasible de autoridades y la propia policía que no interviene ante los flagrantes desacatos de leyes destinadas a proteger la intimidad y la dignidad de las personas.
La noche del 31 de octubre, unos enmascarados —a excepción de los cabecillas de La Resistencia que mostraron el rostro— volvieron a agredir a la periodista, con megáfono en mano y amedrentando también a niños, residentes y a quienes transitaban por el lugar, lo que afectó la tranquilidad del barrio y de los vecinos. Horas antes habían hecho lo mismo contra IDL-Reporteros y su director, Gustavo Gorriti.
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Ante la acostumbrada pasividad policial con la que se procede en estos casos, en esta ocasión, los propios vecinos, se agruparon para dispersar los ataques verbales y la bullanga de los atacantes.
El distrito de Miraflores, con normas estrictas hasta para el paseo de canes en parques públicos, nuevamente permitió esta agresión sin ningún tipo de iniciativa para garantizar la seguridad y tranquilidad de los moradores de la cuadra en la que habita la periodista. El alcalde, de las filas de Renovación Popular, permanece pasivo y silencioso ante tanto desacato.
Un pacto reservado de la cúpula política que tiene las riendas del país es apoyar a bandas como La Resistencia, financiadas con fondos secretos y que atacan a los opositores. Allí están las acciones contra Gustavo Gorriti, del IDL, o Mónica Delta, de Latina. Se trata de debilitar la moral, fomentar el descrédito y lanzar basura, literalmente.
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Son tiempos negros para la prensa y la democracia. Solidaridad con Rosa María Palacios, integrante de esta casa editorial, con Gustavo Gorriti y Mónica Delta por esta práctica ilegal que recibe innegable protección desde las altas esferas.
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