(*) Economista e investigador de CEPES.
En octubre del 2009, la Organización de las Naciones Unidas Para la Alimentación y la Agricultura (FAO) organizó el Foro de Expertos de Alto Nivel alrededor de la siguiente preocupación: ¿cómo alimentar al mundo en el 2050? Entre varios desafíos discutidos, uno es cada vez más relevante: ¿cómo alimentar a una población cada vez mayor con una mano de obra cada vez menor?
Desde inicios de este siglo, la agricultura europea vive una crisis demográfica, pues la edad media de sus agricultores aumenta constantemente y el recambio generacional (incorporación de agricultores jóvenes) es cada vez menor. Por su parte, en Estados Unidos, entre los años 1967, 1987 y 2007, la proporción de agricultores mayores de 65 años ha pasado del 17% al 22% y 30%, respectivamente. ¿Cómo va la situación en nuestro país? Veamos algunos indicios.
Primero, entre los dos últimos censos agropecuarios (1994 y 2012) hubo cambios importantes en el perfil de los productores: la proporción de jóvenes (menores de 30) y de jóvenes adultos (entre 30 y 45 años) disminuyó, mientras la de productores adultos mayores (de 65 a más) aumentó. Además, la proporción de mujeres se incrementó en todos los rangos de edades. En efecto, hay un patrón de envejecimiento y feminización del campo bastante evidente y un aparente menor recambio generacional.
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Un segundo indicio lo encontramos en el empleo. Según la Encuesta Nacional de Hogares, la población empleada en el sector agropecuario apenas ha aumentado de 3.8 a 4 millones durante el decenio previo a la pandemia. En términos de crecimiento, esto significa que el empleo agropecuario está creciendo a un promedio anual del 0.7 %, es decir, a la mitad de lo que crece el empleo nacional (1.4 %).
Un último indicio también nos revela el empleo. De los 4 millones de trabajadores agropecuarios, alrededor de la cuarta parte (1.1 millones) corresponde a las labores de la propia familia. Sin embargo, en los últimos años su contribución viene cayendo: entre 2010 y 2019 más de 150 mil trabajadores familiares dejaron el campo.
En otras palabras, el sostenimiento de la actividad agropecuaria está dependiendo cada vez menos de los miembros familiares, quienes probablemente estén migrando del sector en busca de mejores oportunidades.
En síntesis, los patrones de envejecimiento y de feminización del campo, la lenta tasa de crecimiento del empleo agropecuario, así como la menor contribución al empleo de los miembros familiares son solo algunos indicios que parecen indicarnos que el proceso hacia una futura crisis demográfica de la agricultura podría estar en curso.
En un contexto de crisis climática, deterioro ambiental y de mayor incidencia de crisis alimentarias globales, estas tendencias demográficas implican un desafío adicional para la seguridad alimentaria.