Kerala, una ciudad ubicada en la costa de Malabar al suroeste de la India, vive un déjà vu. No ha pasado suficiente tiempo desde que un virus, el SARS-CoV-2, desencadenó la pandemia del COVID-19 a través de un proceso de zoonosis (o transmisión de enfermedades infecciosas entre animales y humanos).
Como si fuera necesario repetir esta historia, el virus Nipah, transmitido también a través de murciélagos, parece haber infectado a suficientes personas como para que las autoridades locales dividan el territorio en zonas de contención e impongan medidas de cuarentena estrictas, incluido el confinamiento de 118 miembros del cuerpo de salud.
Si bien en el pasado se identificaron brotes de esta enfermedad en países como Malasia, la cepa de este virus tiene una particularidad en la India: esta no se transmite únicamente de animales a humanos, sino también entre humanos. Esto hace que un virus que puede tener una tasa de mortalidad de entre el 40% y el 75% (dependiendo de la cepa) se propague más rápidamente.
Pese a ello, ha pasado más de una semana sin que se registren nuevos casos del virus Nipah en Kerala. Tras el despliegue de un muy bien ejecutado plan de aislamiento, distanciamiento social y cuarentena, queda claro que el diagnóstico rápido y la preparación son la fortaleza más grande que una circunscripción puede tener ante las enfermedades infecciosas, las que, según el Instituto Francis Crick (Reino Unido), son responsables de un cuarto de las muertes alrededor del mundo.
Nuestro estilo de vida, los efectos del cambio climático y la prevalencia de las cadenas alimentarias globales nos están haciendo más vulnerables ante la propagación de enfermedades causadas por virus, bacterias y parásitos, pero nuestra capacidad de responder efectiva y eficientemente a estas no está siendo desarrollada a la par. Esperemos que Kerala y el Nipah se conviertan en una inspiración y en un llamado a la acción ante algo que parece cada vez más inminente.
Investigadora en el Science Policy Research Unit de la Universidad de Sussex. Maestría en Políticas Públicas por la Universidad de Glasgow y es licenciada en Ciencia Política por la PUCP. Su trabajo de investigación gira en torno al rol de la tecnología y la innovación en procesos de transformación sustentables e inclusivos.