Eric Arthur Blair, conocido en el mundo como George Orwell, regaló a la humanidad dos novelas distópicas: Rebelión en la granja (1945) y 1984 (1949). Ambas, leídas como clásicos en nuestros días, son una de las mejores muestras de cómo la literatura puede hacer más por la libertad que cualquier discurso político. La amenaza real de los totalitarismos nazi y estalinista, conjurados hoy por la historia, fueron la inspiración del autor. Felizmente, el 1984 real se pareció muy poco al de la obra.
Sin embargo, no dejo de pensar en estos confusos días, que tanto en el Perú como en el mundo se alza como una amenaza el encanto de La tentación totalitaria de la que habló un liberal combativo como Revel. Miremos nuestro país. Frente a problemas que requieren gestión, recursos, liderazgo y trabajo a largo plazo, lo único que se alcanza a ofrecer es una retórica de barbarie llamada ‘Plan Bukele’, ahora transmutado a ‘Plan Boluarte’. Una desesperación política por sacrificar la libertad en el altar del orden. Un entusiasmo desbocado por subordinar la vida humana al daño a la propiedad pública o privada. Un consenso en eliminar el derecho a informar para que ‘no se informe mal’; es decir, la penalización de cualquier opinión que aliente la protesta en un país que proclama, en su Constitución, que ‘no hay delito de opinión’.
¿Exagero? Basta ver el pedido de facultades y los tipos penales que se pretende modificar. El desafecto a la democracia medido año a año en Latinobarómetro da cuenta de que la libertad no está de moda. Sus seudodefensores en el Perú se suman a las causas más conservadoras, más mercantilistas y más autoritarias que existen. Sumar a Bukele y Milei como paradigma de gobierno da cuenta (autoritarismo político y una supuesta economía anárquica) de lo pobre que es el debate político peruano y de lo desencaminado que está.
PUEDES VER: 'Plan Boluarte': ¿de qué trata y en qué se diferencia del 'plan Bukele' en la lucha contra la inseguridad?
Lo peor, esta semana, es la descarada necesidad de resucitar el terrorismo como amenaza real. Los dos grupos subversivos que asolaron el país fueron vencidos definitivamente a fines del siglo pasado. Sus líderes están presos o muertos y sus saldos no son más que presencias fantasmales o bandas de narcotraficantes. Ganamos. Al fin, algo ganamos. A un costo brutal de 60.000 o 70.000 muertos, pero ganamos. Con muchas heridas por cerrar, pero ganamos. Toda la sociedad venció. Fin.
Por eso, cuando en las redes sociales aparecen perfiles con el lema ‘terrorismo nunca más’, a mí me da asco. Tienes que ser un perfecto imbécil o un absoluto ignorante como para creer que exista un solo peruano que quiera vivir lo que vivimos en los ochenta. Pero ahí están como papagayos, cultivando un patrioterismo de manual, sacado de las reglas de la neolengua de Orwell. Seguidores de Fujimori o de López Aliaga, militares y policías en retiro (frustrados por no haber recibido mucho más reconocimiento del inmenso que han recibido con merecimiento) cultivan el comportamiento de una secta. El Gran Hermano nunca se equivoca. Tienes que repetir ciertas palabras, las escogidas para eliminar todo atisbo de libertad, porque, si no, serás un ‘criminal del pensamiento’. El término es, exactamente, tomado de 1984. Si dices ‘conflicto armado interno’, eres terruco. Si dices ‘derechos humanos’, eres recontraterruco.
‘Hemos tomado conocimiento de una demanda de Polay ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos’, dicen. ¿Recién se enteran? Sí, pero les da vergüenza que se note la cortina de humo. La petición es del 2007, se admitió a trámite en marzo del 2022. Esta ‘no noticia’ ha alentado a todos los psicópatas del teclado a gritar: ‘¡La Corte Interamericana libera terroristas!’. Por tanto, colige la DBA de siempre, tan bruta y achorada, es urgente anular la última jurisdicción a la que un peruano aspira para defender su libertad, esa que no encuentra justicia en el sistema peruano. Todo es falso, pero ¿importa? A la neolengua le importa nada. Hay que gritar con histeria: ‘¡Salimos de la CIDH!’, ‘¡Terrorismo nunca más!’, muy fuerte, no vayan a creer, no vayan a pensar, que una es terruca. Boluarte la primera, con su ‘no vamos a permitir’. ¿Qué va a permitir o no permitir ella a la Corte Interamericana de Derechos Humanos? Los aires de dictadora, además, le van mal cuando todos sabemos que hoy en el Perú gobierna Alberto Otárola porque ella no es capaz de articular una idea.
PUEDES VER: “Nayib Bukele es un alumno 'aventajado' de Hugo Chávez y Alberto Fujimori”: Alonso Cárdenas
Las palabras ‘patria’ y ‘libertad’ son muy hermosas, tanto que no podemos dejar que se prostituyan en manos de políticos que lo único a lo que aspiran es a eliminar toda protesta, toda batalla judicial, toda libre elección, para imponer un orden de pesadilla, donde el delito nunca existe para quien está en una posición de poder. La libertad ha demostrado, ha probado, en la historia de la humanidad, vencer una y otra vez. Pero la lucha nunca ha sido fácil ni corta. Cada cierto tiempo, tenemos que renovar ese compromiso.