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Opinión

Varias tallas de democracia, por Diego García-Sayán

“Así, por ejemplo, graves violadores de derechos humanos que se encuentran tras las rejas son descritos por voceros de ultraderecha como ‘presos políticos’”.

larepublica.pe
GARCÍA

“Todo depende del cristal con que se mire”. Se aplica a casi todo en la vida y a la definición de aspectos básicos en la organización social. El concepto “democracia” siendo claro, se presta a notables diferencias, variaciones –y hasta antagonismos– en su definición e interpretación concreta. En abstracto apoyo mayoritario a la democracia pero en concreta –y simultáneamente– aprobación de conducciones políticas autoritarias e insatisfacción con la democracia.

En los procesos políticos latinoamericanos, que crecientemente discurren por el camino de la polarización, las particularidades en la valoración y el contenido de la democracia suenan muchas veces contradictorias. Parecería que se zanja posiciones, se ubican perspectivas y se definen objetivos en nombre –todos– de una “democracia” que suele tener contenidos muy distintos dependiendo, pues, “del cristal con que se mire”.

Así, por ejemplo, graves violadores de derechos humanos que se encuentran tras las rejas son descritos por voceros de ultraderecha como “presos políticos”. O, como ha ocurrido recientemente en el Congreso del Perú para elegir a su junta directiva en votación “democrática”: dos listas en pugna.

Cada cual con su propio rosario de investigaciones penales a cuestas y acuerdos bajo la mesa entre supuestos adversarios repartiéndose puestos para beneficios personales e impunidad. Pero todo recubierto de las formas “políticas” de la democracia.

El telón de fondo –qué es la democracia y qué se entiende por ella– expresa percepciones ciudadanas que dan cuenta del significado al menos ambivalente que la gente le atribuye al concepto democracia. La cuestión de la democracia está puesta sobre el tapete en el último informe del Latinobarómetro (julio 2023). Dada la tesis central del informe –la “recesión democrática” latinoamericana–, resulta que son muy distintas y hasta contradictorias las valoraciones sobre qué es la democracia.

Dos asuntos son particularmente indicativos de la dificultad para entender qué se entiende realmente por democracia.

El primero es el saludable bajo apoyo explícito al autoritarismo; punto a favor de la democracia. Entre 1995 y 2003, el porcentaje gira en torno al 17%, aumentando o reduciéndose ligeramente en relación con esa porción. Saludable, pues, la constante que la porción explícita proautoritarismo no llegue al 20%, aunque aumentando en los últimos tres años en todos los países, salvo Panamá.

El segundo es el del apoyo a la democracia. Tres países destacan en haber mejorado desde el 2020: Panamá (46% de apoyo, subiendo de 35%) Brasil (46%, subiendo de 40% el 2020) y Colombia (48%, subiendo desde 43% el 2020). Guatemala aparece como el país con el más bajo (29%), con un retroceso de ocho puntos desde 2020, cuando era del 37%. Penúltimo en la lista está Honduras, donde el apoyo a la democracia es de solo 32%.

Poco apoyo al autoritarismo y apoyo –moderado, no espectacular– a la democracia. Pero rascando al fondo de la olla la cosa se complica ilustrativamente en dos países: El Salvador y el Perú.

En El Salvador, su presidente autoritario es el mejor evaluado. Con 90% de respaldo en su país sin que, curiosamente, el apoyo al autoritarismo, en abstracto, haya variado. Es bajo: 14%-15%. Pese a que es evidente que Bukele está dinamitando la democracia en su país, la percepción ciudadana altamente favorable lo asocia exclusivamente a la disminución de homicidios y la violencia. La noción abstracta de autoritarismo y el bajo apoyo que recibe no se conecta en la percepción cotidiana, pues se asocia la conducta gubernamental con la baja en los homicidios; no importan mucho los métodos.

En el Perú, por su lado, el apoyo abstracto a la democracia es alto (50%) y ha aumentado así como es baja la preferencia por un régimen autoritario (17%). Pero, a la vez, el 91% de la población está insatisfecha con su democracia “real”, el porcentaje más alto en toda la región. Suena contradictorio: alto apoyo a la democracia y, a la vez, la más alta insatisfacción.

Parecería, pues, que los “apoyos” abstractos a la democracia van de la mano con una insatisfacción en concreto dispuesta a tolerar conductas autoritarias como precio por resultados. Reto para construir democracias efectivas, con resultados y sin sucumbir al autoritarismo.

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