Posiblemente los grandes derrotados con la marcha ciudadana del miércoles 19 fueron los analistas agoreros que pulularon por la TV con vaticinios terribles sobre el financiamiento venido del narcotráfico, la dirección de la camarada Vilma y las consignas de destrucción que traían los viajeros a Lima. Como un hecho anecdótico diremos que esos ‘especialistas’ provenían en su mayoría de las filas de la Policía Nacional.
Otros derrotados, los dirigentes de Perú Libre. Se aliaron con el fujimorismo para traerse abajo la Sunedu, manipularon para modificar la composición del Tribunal Constitucional; ahora podrían seguir ofreciendo en el Congreso los votos necesarios para armar tropelías contra los organismos electorales o la propia JNJ. En la movilización ciudadana del 19J quedaron descolocados y sin agenda común posible.
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También los maximalistas se desubicaron. Sus demandas por la libertad de Pedro Castillo se perdieron bajo la consigna unificadora de elecciones adelantadas para cambios en el Ejecutivo y el Legislativo. Hasta la asamblea constituyente, con toda la justicia que representa, ha sido postergada.
También perdieron Dina Boluarte y Alberto Otárola, que no entendieron que la protesta es contra la violación de derechos humanos y la impunidad, no es una guerra que debe librarse como si se tratara de una fuerza enemiga de ocupación. No hay derrotados ni vencedores. Es un proceso de acumulación de aliados, agendas, experiencia, avances y retrocesos, que resulta indetenible por la justicia de su causa, y mientras eso ocurre el Gobierno, en su conjunto, va perdiendo legitimidad.
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Con la memoria en las 49 personas asesinadas y ante la poca capacidad de rectificación tanto de un Congreso desprestigiado y altanero como de un Ejecutivo sordo y soberbio, hay aún mucho camino por andar en el campo de la nueva oposición que se ha armado en la calle.
El 19J fue un hito para establecer un antes y un después. Fue una movilización nacional, masiva y pacífica. Con una asistencia amplia y heterogénea, con un conjunto de reclamos propios que dieron paso a una agenda mínima común, que es el principio de los entendimientos. ¿Qué se requiere para continuar? Liderazgo democrático que busque consensos y amplíe la base política sin descuidar el llamado del Perú profundo, que fue quien mantuvo incólume su demanda desatendida, aún al alto costo de vidas que representó su desobediencia y bravura.