Uno de cada tres peruanos sufre de inseguridad alimentaria. Es decir, uno de cada tres compatriotas deja de comer sus alimentos una vez al día. Es una cifra aterradora porque podría tratarse de un menor de edad, y el efecto provocado por la falta de ingesta calórica causa un daño permanente.
Esta situación se ha agravado en los años de la pospandemia. Las condiciones que vivimos en el 2022, con la inflación, la falta de empleo y la inseguridad política, empeoraron las ya existentes. En ese año, el 47% de los hogares peruanos sufrían por este contexto de inseguridad alimentaria. En el 2023, el escenario puede ser aún peor.
Como en todo, las condiciones no son parejas en la totalidad de regiones. Hay algunas con mejores resultados. Se trata de los departamentos de Moquegua, Lima y Arequipa, en los que las circunstancias son más convenientes para la población. No es lo que ocurre, por ejemplo, en Ayacucho, Apurímac y Cusco, con indicadores negativos.
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El hambre es una realidad que perjudica a millones de hombres y mujeres en el planeta. Según la FAO, 735 millones de personas en el mundo son afectadas por esta terrible situación. Los objetivos del milenio los incluyen y existía el compromiso de Gobiernos que esperaban llegar al 2030 con hambre cero. Sin embargo, con los estragos provocados por la pandemia, esta meta parece inalcanzable.
Se han disparado, en esta etapa, los porcentajes de anemia infantil —que hasta el 2019 había mostrado claramente su tendencia a la baja— y, lamentablemente, también los índices de desnutrición crónica en niños. Ambas condiciones tienen efectos permanentes en las personas, tanto en talla y peso como en la capacidad de aprendizaje, entre otros.
Los índices negativos se explican por la inflación creciente, el alza de precios de los alimentos, la falta de recuperación de los puestos de trabajo y el ciclo negativo de la economía. Estos factores tienden a empeorar con los fenómenos climáticos que se han desencadenado, como el Yaku o el fenómeno de El Niño.
Se trata de adoptar medidas tendientes a proteger a los más vulnerables del flagelo del hambre. Es la base de una sociedad en desarrollo contar con ciudadanos bien alimentados y en condiciones saludables.
Es responsabilidad del Estado establecer un entorno que garantice calidad de vida para su población. Con los efectos de El Niño Costero y las amenazas de El Niño Global, se hace imperativo el cumplimiento de esta tarea.